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El portazo de Panamá crea un dramático trasiego de haitianos por el Caribe

La vuelta atrás del Gobierno de Panamá en su decisión de dar cobijo a 10.000 refugiados haitianos no sólo ha creado un dramático trasiego de seres humanos por las aguas del Caribe, sino que deja de nuevo en evidencia el liderazgo internacional de Estados Unidos y coloca a la vuelta de la esquina la posibilidad de una intervención militar para acabar con la pesadilla que vive el país más pobre de América Latina.

El presidente Bill Clinton aseguró anoche en Nápoles, donde asiste a la reunión del Grupo de los Siete, que se sentía "decepcionado" por la actitud de Panamá, pero que pensaba proseguir con su política de buscar países terceros para acoger a los refugiados. "Mi preocupación ahora es establecer un sistema de amigos en el hemisferio que coincidan en que los haitianos tienen derecho a ser tenidos en cuenta y quieran ayudamos", recalcó.Pero lo cierto es que esto se ha convertido en una trágica subasta humana en la que Estados Unidos, agobiado por el masivo éxodo de los últimos días -que se agravaría si permitiera la entrada de los afectados en territorio norteamericano-, anda buscando sitios en los que meter haitianos hasta que sea capaz de resolver esta crisis. Antigua, Dominica y Granada han aceptado 2.000 cada uno. En la base de Guantánamo (Cuba), donde ya hay más de 12.000 refugiados, se están habilitando el campo de golf y el estadio para recibir, al menos, a otros 8.000 más, aunque en condiciones muy deficientes. El jefe de la Junta de jefes de Estado Mayor norteamericana, el general John Shalikashvili, viajó precisamente anoche a Guantánamo para examinar la situación sobre el terreno. Con resistencia, Jamaica ha prestado su puerto para un barco hospital que ha recogido a unas 2.000 personas. Todo ese espacio se puede quedar pequeño en pocos días.

Desde el pasado 15 de junio, cuando Clinton anunció una política más flexible hacia los refugiados, han huido de su país 17.421 haitianos. Incluso el miércoles, un día después de que la Administración advirtiese que los recogidos en el mar no serían autorizados a entrar en Estados Unidos, fueron encontradas más de 1.700 personas escapando, de Haití. El jueves fueron casi 1.000 más. A este ritmo, la situación puede quedar muy pronto completamente fuera de control.

La rebelión del Gobierno de Panamá, desde luego, ha sido sorprendente. El presidente panameño, Guillermo Endara, que juró su cargo en 1989 en una base militar norteamericana y fue instalado en el poder por unidades de marines y rangers, se ha quejado de que el comportamiento de EE UU en el caso de los haitianos ha sido una humillación para Panamá, y, después de haber dicho que sí, el jueves dijo que no aceptaba refugiados.

Endara se queja de que la intención de los norteamericanos de instalar a los haitianos dentro de las bases estadounidenses supone una violación de los tratados sobre el canal. El jefe de Estado panameño acusó ayer airadamente a Estados Unidos de someterle a "presiones", "intimidaciones" y "humillaciones", y afirmó que no era un "yesman" (si señor) de Washington. Endara subrayó, enojado, que el derecho a la presidencia lo había ganado en las elecciones de 1989 (de las que fue virtual ganador) y no en la invasión norteamericana de aquel año, que derrocó al general Manuel Antonio Noriega.

El resultado de todo esto es que lo que empezó como una crisis menor cuando los militares golpistas encabezados por Raoul Cedrás destituyeron al presidente Jean-Bertrand Aristide en 1991, se ha convertido en un conflicto que obliga a Clinton a distraer su atención de la cumbre del G-7. Todo apunta ahora a una intervención militar para la que ya se hacen preparativos.

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