Los agujeros de la cesta

El proyecto empresarial y cooperativo de UGT, IGS-PSV, iniciado en 1988, no tenla las cuentas claras. Esta verdad, que hoy parece de perogrullo, ha tardado más de dos años en calar. La cifra más nítida y clara en el barullo contable de IGS-PSV es el dinero que han puesto los cooperativistas. A 30 de septiembre de 1993, más de 15.000 cooperativistas habían aportado cerca de 45.000 millones. Sobre esos cimientos, los gestores de IGS-PSV, con Sotos a la cabeza, habían construido un grupo cooperativo y empresarial, de fines dispares, con una característica sobresaliente: una caja única. Con la sólida base que supone disponer de una entrada regular y continua de dinero, los responsables del proyecto se atrevieron a diseñar planes ambiciosos. En teoría, no era una mala idea. A corto plazo, sobraba dinero; en el largo, se confiaba en la palabra mágica: financiación.Los gestores de IGS-PSV no tuvieron inconveniente en hacerse cargo en 1991 de empresas deficitarias de UGT como Unial, Libertur y Tipografía Torreblanca por unos 4.000 millones. Tampoco dudaron en invertir en peligrosas operaciones empresariales e inmobiliarias. Invirtieron 1.707 millones en la Esfera Armilar, 4.692 en el proyecto turístico de Marina Calviá, y más de 1.500 millones en la urbanización de lujo Bressel. Y pagaron a la propia UGT, previo contrato, alrededor de 1.000 millones por utilizar la infraestructura de la organización.
Los proyectos de la cesta común IGS-PSV se empezaron a convertir en agujeros en 1992 por razones diversas como la crisis del mercado inmobiliario; los problemas en Unial, pésimanente gestionada, según las auditorías, por el yerno de Nicolas Redondo, Ignacio López; los enfrentamientos de UGT con la Administración socialista y la personalidad de Carlos Sotos. Hoy, todo está en el aire.
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