Un fútbol perfecto
Los antiguos sabios culés no fallan ese día. Invitan a sus nietos para vivir otro miércoles europeo. Uno de esos miércoles donde el jugador que es miércoles y no otro día, esos días donde las pipas son un duro más caras, donde las entradas de general ya no existen, esos miércoles donde los recogepelotas van con un papel en blanco, para reflejar en él la marca del ídolo que espera en el vestuario el momento de la verdad.
Aquél era uno eso miércoles. Recuerdo que yo era uno de los del papel en blanco, esperando una marca. Su firma. Por aquel entonces, él jugaba en la "Vecchia signora", la Juventus. Empezaron a salir bajo mi impaciencia. Todos ellos. El guardameta Tacconi, el líbero Scirea... También salió un danés, Michael Laudrup ¡Qué delgado estaba¡ No sabíamos entonces cuánto íbamos a disfrutar con él. Ahora lo sé. Por último, él. El Sr. Michel Platini. Estaba igual que en la foto que tenía de él en la habitación.
Del partido poca cosa. De él, un libro. Sus capítulos: los gestos, el mando, !u correr cansado, sus botas, su camiseta por fuera, con el diez, claro. No me perdí un segundo. Mi mirada iba siempre en la misma dirección, buscando al de siempre. Perdieron. Probablemente por eso no me dio su firma. Ayer no lo entendía, ahora lo comprendo. Ayer recogía, hoy juego. Nunca sabes porqué éste y no otro es tu ídolo. Incluso ahora, escribiendo y esperando el próximo examen, me alegro de mi inconsciente elección. Y digo ahora porque un buen amigo me ha enviado por fax una admirable conversación que mantuvieron hace unos años una de las mejores escritoras de la literatura francesa, Marguerite Duras, con el mejor futbolista que ha dado Francia. Fue publicada en el periódico Liberation. En esa entrevista, el Sr. Platini habla el idioma del fútbol. Son frases que se comentan por sí solas, y donde Marguerite Duras confirma que este deporte no sabe de edad (tiene 90 años) ni de misoginias. Entre otras cosas, Platini afirmaba: "La diferencia entre un jugador genial y un buen jugador la marcan los entrenadores que haya tenido". "El fútbol suscita amor porque en él no hay verdad". "El fútbol está hecho de errores. No olvidemos que un partido perfecto, donde nadie falla, acabaría con un empate a cero".
La última aseveración es definitoria. Qué aburrido sería el deporte si fuéramos perfectos, qué desastre que no hubiera tópicos, esos tópicos que tanto nos definen: "El portero hizo la estatua", el centro del campo hizo agua por todas partes", "este delantero no hace un gol ni al arco iris" o el más conocido de todo: "El fútbol es así".
Si en el fútbol no hubiera estatuas, aguas por todas partes, o arco iris, seguramente tendríamos la computadora, chips, bites y... 0-0. Es cierto que el fútbol debe vivir de aciertos. Acertar es una derivación de elegir, elegir es una consecuencia de poseer, y en el fútbol poseer es dominar, y dominar, prácticamente siempre y por suerte, es ganar. Y él lo hacía.
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