El empate le valió a México
Italia acaba tercera, pero pasa con Irlanda, y Noruega queda apeada
La selección mexicana logró clasificarse para octavos gracias al empate con Italia. La selección de Sacchi quedó tercera de grupo tuvo que esperar a que Rusia ganara a Camerún para saber si se clasificaba para la siguiente fase. La goleada rusa alivió más rápidamente su angustia.El método de Mejía Barón es digno de estudio dada la exposición de atributos que ayer hizo su equipo en la cancha. Han trabajado los mexicanos las lagunas tradicionales de su fútbol, especialmente la recuperación del balón y los. relevos defensivos, y hoy son un grupo que domina el concepto del campo en toda su amplitud. El juego corto, al toque, la presión sobre el cuero cuando se pierde, el apoyo continuo en todas las zonas dignificó a México ante una Italia que salió demasiado acelerada. El equipo de Sacchi acabó en la nevera azteca en el primer tiempo.
Italia no encontró ni la organización ni la orientación para profundizar en la zaga rival. Una volea a la media vuelta de Signori, un remate forzado de Baggio y un mano a mano entre Berti y Campos, resuelto por el estridente guardameta -viste como si fuera un cometa-, fueron sus únicos signos de fe ofensivos. Estuvo el colectivo muy volcado hacia el carril zurdo, con la banda derecha muy inutilizada y Dino Baggio encarcelado en el ombligo. Los puntas quedaron generalmente aislados por el buen posicionamiento mexicano.
El juego solidario de México fue mermando el talento de los italianos, y Marchegiani sacó una pelota de gol poco antes del descanso. Tuvo que recurrir a menudo a parar el juego el equipo de Sacchi para no verse sorprendido por el envolvimiento que provocaba el transitar del adversario. El juego controlado de los pobres plantó cara al fútbol dinámico de los acaudalados. Fue una pugna muy loable en la divisoria. Hacerse con una ocasión de gol era como encontrar petróleo ante la aplicación defensiva de ambos grupos. Fue una primera parte muy densa.
Sacchi recurrió en la reanudación a Massaro, y el punta del Milan dinamitó a la defensa mexicana a los tres minutos de juego. Albertini le picó un balón y Massaro, a la carrera, lo cazó con el pecho, lo bajó y de volea lo mandó a la red. México se fue entonces para arriba y dio la cara como un gran equipo. Y tuvo su recompensa de forma rápida. Hermosillo le dejó un balón corrido a Bernal, quien enganchó un disparo raso y cruzado al palo largo de Marcheginani.
El partido regresaba otra vez a sus orígenes. La ilusión mexicana había puesto en entredicho la competividad del conjunto italiano, experto en el manejo de situaciones tanto de alto riesgo como de ventaja. El estadio fue un clamor de olés ante el fútbol trenzado y valiente del equipo de Mejía Barón.
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