Amar Madrid
Esta vieja matrona que es Madrid se ha deteriorado de forma alarmante en el último lustro. Y con ella sus habitantes. Dice D. H. Lawrence (?) que para amar a una ciudad basta con amar a uno de sus habitantes. Yo amo a más de uno, pero no consigo que Madrid me sea más cercana, pues en ella hay un número cada vez mayor de ciudadanos que viven de forma atroz entre sus imprecisos límites. A escasos metros de la plaza de la Moncloa, en las monárquicas aceras de la calle de la Princesa hay mendigos muy jóvenes. No los menesterosos del muñón, la figurita del San Pancracio y la botella de vinazo amargo. Hay una nueva generación de mendigos, personas de mirada feroz, que rondan los treinta años y que mientras duermen, o simplemente se dejan morir, exhiben carteles como éste: "Tengo el sida; por favor, ayúdenme".-
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