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"Queremos irnos de Cuba"

Relato de una de las familias que estuvieron refugiadas en la Embajada belga

Jorge Alexander Navarro y su mujer Claudia Jacqueline Arias llevaban mucho tiempo pensando en irse de Cuba cuando el pasado 28 de mayo a las 12 del día entraron en tromba en la residencia del embajador belga en La Habana con su hija de 18 meses. Fue una operación cuidadosamente preparada, en la que participaron cerca de 200 personas aunque sólo 124 consiguieron penetrar en la sede diplomática. Jorge, de 31 años, y Claudia, de 24, cuentan su historia tras salir de la casa de Paul Vermeirsch el sábado pasado después de que su hija cayese enferma con fiebre, vómitos y diarrea. Hasta el momento 46 personas han abandonado el recinto diplomático."A mí no me interesa la política. Me quiero ir de este país porque no aguanto más la situación económica, que es terrible y desesperante. Al ser hijo de colombiano, yo podía salir de Cuba, pero no me dejaban irme con mi mujer y mi hija, y como en balsa era demasiado arriesgado, decidimos entrar en la Embajada".

Jorge está de pie en su casa del barrio de San Leopoldo y se apasiona al contar su aventura. No hay un solo mueble en la pequeña sala, que es a la vez cocina y comedor, pues antes de entrar en la residencia distribuyó todas sus pertenencias entre sus familiares para evitar que las autoridades las incautasen, práctica habitual con quien se marcha ilegalmente de la isla.

"La operación estaba programada para el día 20 de mayo, pero el grupo fue infiltrado por la policía y los organizadores nos avisaron que se suspendía. El sábado 28, a las ocho de la mañana, recibimos aviso de que la operación se realizaría a las 12, por lo que debíamos estar en el parque de enfrente de la Embajada media hora antes en pequeños grupos".

Jorge afirma que todo estaba bien preparado, pero niega que la operación fuese organizada desde Estados Unidos por Jorge Más Canosa, como se dijo en un principio. "La ideamos nosotros mismos, y las personas que vinieron del interior fueron avisadas por sus familiares en La Habana", comenta.

"Dos hombres disfrazados de mujeres se acercaron a la verja del jardín el sábado a las 11.30. A las 12 en punto debían abrir la puerta y tenerla abierta un minuto. En ese minuto debíamos entrar todos. Sin embargo, después de la sorpresa inicial, los tres policías que custodiaban la zona taparon la entrada y por eso mucha gente tuvo que saltar por la verja".

Según Jorge, el grupo está dirigido por varios ex presos políticos y compuesto por médicos, abogados, profesionales de todo tipo y casi medio centenar de balseros. "Hay gente de casi todas las provincias y todos queremos irnos del país", asegura.

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Jorge dice que en la actualidad la situación dentro de la residencia de Vermeirsch es "terrible". "Las primeras 72 horas estuvimos sin comer nada y hoy la alimentación se reduce a dos bocadillos diarios. Hay un solo baño para todos, por lo que lo utilizan únicamente las mujeres y los niños, mientras que los hombres hicimos un agujero al lado del campo de tenis que sirve de letrina. Nos bañábamos con una manguera y dormíamos a la intemperie. El agua que bebíamos era salobre, por lo que hace una semana comenzó un brote de vómitos y diarreas".

Los refugiados se prepararon bien al entrar y como buenos cubanos se avituallaron sabiendo que la estancia podía ser larga. "Yo llevé pan con filetes y leche en polvo", dice Jacqueline, "y otros llevaron dominós, dados y juegos de parchís para entretenerse por la noche". El viernes pasado la situación cambió al llegar cuatro policías de Bélgica, quienes enseguida delimitaron las áreas donde podían estar los refugiados. "Sin embargo", añade Jorge, "ya por la noche la situación se relajó y los policías se acercaron a nosotros a vernos jugar dominó y cubilete".

Jorge Alexander asegura que lo que le determinó a salir de la residencia del embajador belga fue la enfermedad de su hija y las duras condiciones que se vivían. Diplomáticos belgas los acompañaron en coche hasta su casa y les dieron una carta del Gobierno belga en la que se asegura que las autoridades cubanas no les molestarán. "Nos dieron todos los teléfonos de las embajadas europeas y nos dijeron que, si teníamos algún problema, que llamásemos sin falta. Pero hasta el momento nadie nos ha molestado".

Jorge y su mujer piensan hacer los trámites por vía legal para salir de la isla. "Yo quiero irme de Cuba, pero no en balsa", recalca al afirmar que jamás volvería a entrar en una embajada. Un día después de las declaraciones de Jorge, el régimen cubano reiteró que "nadie que penetre por la fuerza en una sede diplomática obtendrá autorización para salir del país, ni ahora ni después".

Las autoridades informaron también el martes que 34 de los ocupantes de la residencia belga fueron advertidos por mantener "conductas antisociales" y 25 fueron procesados por delitos comunes y anunciaron que, pese a que no se tomarán represalias, todos los que han delinquido antes, durante o después de entrar a una embajada deberán responder ante la Justicia.

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