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La retirada de Occhetto

La disminución de votos del Partido Democrático de la Izquierda (PDS, antiguo partido comunista) ha sido mínima: de 20,4% en les legislativas de marzo, a 19% en las europeas. No es ésta la razón por la cual Occhetto ha decidido abandonar su cargo, con una amargura resentida reflejada en su carta de dimisión. El problema es que esta reducción mínima de votos, cuando Berlusconi barre y se convierte más y más en el eje de una política italiana volcada hacia la derecha, indica una incapacidad, no ya de Occhetto, sino de las fuerzas de izquierda en general, de dar una respuesta convincente, actualizada, a la situación radicalmente nueva por la que está atravesando Italia.Occhetto tiene a sus espaldas un balance muy positivo: fue artífice de la transformación del partido comunista en un partido nuevo, liberado de los lazos espirituales con el pasado. Si bien Berlinguer había roto muchos de esos lazos, seguían anclados en el cuerpo del partido. Occhetto fue valiente al romper, no ya con el prosovietismo, sino con el nombre comunista, la bandera y un lenguaje cargado de tradiciones ya caducas. Aún recuerdo lo que esa ruptura le costó en el congreso de Bolonia, donde los grupos atados al pasado, estimulados por el prestigio de Ingrao, eran quizá los más activos y entusiastas. Hace tiempo que Ingrao se ha ido pero esos grupos persisten; no todos, ni mucho menos, se han ido a Refundación Comunista.

Occhetto tenía asimismo clara la necesidad de dar al nuevo partido una vocación de gobierno, y para ello de flexibilizar la política de alianzas. Ello tuvo su reflejo más brillante en las elecciones municipales de 1993, lo cual difundió la idea de que no se podría parar el acceso de Occhetto al poder.

En cambio -y el tema es interesante por lo que tiene de común con otras realidades europeas- en lo que Occhetto ha estado vago e impreciso es acerca del tipo de transformación que debía sufrir el partido. Más libertad y discusión interna, sí. Pero nunca se abandonó la idea del "gran partido centralizado" que debía hegemonizar a todas las fuerzas de izquierda.

Así se fue a las elecciones de marzo con una alianza a la antigua, con equilibrio formal (socialistas, católicos, verdes), pero sin una apertura audaz, imprevista, hacia un centro en descomposición; sin iniciativas nuevas sobre como abordar a un electorado en gran parte contaminado por las televisiones.

Seguramente el proyecto de Occhetto era ideal para una Italia en la que, con limpiezas parciales, hubiese continuado el viejo sistema. Pero lo que le ha hecho fracasar ha sido la hondura de los cambios queja cadena de corrupciones ha causado en la escena política. Por eso hoy un D'Alema sustituto no parece una solución eficaz. Éste mismo ha pedido que la elección se aplace para que haya unas consultas más extensas y profundas.

Cabe incluso pensar que lo verdaderamente importante es dar un líder nuevo, no ya al PDS, sino a la izquierda en general, capaz de reagrupar fuerzas, y sobre todo de inventar una nueva concepción de cómo deben actuar en política las personas de izquierda: con una variedad de formas generadora de pluralismo. Con un papel propio para las mujeres, que hace algún tiempo ya se habían separado de la organización del PDS. Con las ideas del arquitecto Cacciari, alcalde de Venecia elegido por la izquierda, sobre la necesidad de centrarse en "los problemas de la ciudad" para definir qué es la izquierda en el mundo actual. Con otras iniciativas nacidas en los debates sindicales, es probable que pueda dibujarse una concepción y unas formas de acción susceptibles de dar a la izquierda en Italia una personalidad, sin duda alejada del pasado, pero más apta para dar vida a los ideales de libertad, igualdad, paz entre naciones, amenazados hoy por el auge de la derecha y de los nacionalismos agresivos.

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