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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Tirados en la carretera

Sábado 23 de abril de 1994, a las nueve de la mañana, siete chavales, no mayores de 14 años ninguno de ellos, llegan con más ilusión que otra cosa a las puertas del polideportivo municipal Príncipe Felipe para embarcarse en el autobús fletado por el Ayuntamiento que les conducirá a Moralzarzal para enfrentarse al equipo de baloncesto del colegio Retamar, de Pozuelo, que ha quedado campeón, como ellos en Majadahonda, de la liga de baloncesto infantil.Comoquiera que el autobús iba al 50% de su capacidad y no acompañaba ninguna persona mayor a los niños del Pérez Galdós, mi esposa y yo nos ofrecimos gustosos a acompañarles. De esta forma podríamos animar al equipo y sobre todo al alero, que es nuestro hijo.La cosa no empezó muy bien para Majadahonda, pues el pulcro y educado entrenador del Retamar hizo la observación al árbitro de que el reglamento del torneo impide jugar a un equipo con menos de ocho jugadores. El partido se suspendió y los chicos perdieron el partido sin haberlo jugado. Lo más grave es que llevaban jugando así desde que comenzó la competición y nadie en Majadahonda les había advertido de eso.

Cuando llevábamos esperando tres cuartos de hora sin que apareciese el autobús, empecé a inquietarme e intenté llamar desde la única cabina que encontré al único teléfono del Ayuntamiento de Majadahonda que me sabía, el de la Policía Municipal. Como la cabina era de esas que se tragan las monedas y encima no dan servicio, no hubo forma, por lo que me dirigí al Ayuntamiento de Moralzarzal, donde muy amablemente se me permitió telefonear.

El policía de servicio no daba crédito a lo que oía, nos habían dejado totalmente tirados. Después de cruzar algunas llamadas con el servicial agente, quien mientras tanto estuvo intentando localizar a algún responsable municipal de deportes en los polideportivos, sin éxito alguno, llegamos a constatar la realidad. Se habían olvidado de nosotros.

Hacia las tres de la tarde, mi policía interlocutor (y ya amigo) había localizado a la empresa de transportes que alquiló el autobús, cuyo conductor se presentó a buscarnos con una furgoneta hacia las cuatro de la tarde.

Vaya ante todo mi sincero reconocimiento a la labor realizada por los agentes de la Policía Municipal de Majadahonda, sin cuya profesionalidad habría sido más difícil resolver el caso, y sirva esta carta de varapalo a la organización deportiva infantil en Majadahonda, ya que, por su ineficaz gestión, siete niños podrían haberse visto totalmente solos, sin dinero ni medios y en lugar que les era extraño. Todo ello, además del desánimo que tenían encima, porque los citados responsables desconocían el reglamento de la competición y no es advirtieron a tiempo de que tenían que ser ocho como mínimo.

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