Los populistas franceses dan un susto a los partidos tradicionales
En Francia, como en otros países europeos, los populismos están en alza. El populismo ultraconservador y antieuropeo del giscardiano rebelde Philippe de Villiers y del neonazi Jean-Marie Le Pen, por el lado derecho, y el populismo federalista de Bernard Tapie, por el lado izquierdo, han dado un susto a los partidos tradicionales. La coalición conservadora en el Gobierno, ganadora de las elecciones a pesar de todo, interpreta el fenómeno como un aviso. Para los grandes derrotados, el Partido Socialista y su líder Michel Rocard, se trata de un fracaso en toda regla.
Las elecciones europeas son las únicas que se realizan, en Francia, bajo el sistema proporcional. Eso favorece la irrupción de fenómenos que luego no lo son tanto: el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen dio la sorpresa en 1984, y los ecologistas en 1989. Le Pen está clavado en torno al 10% y los ecologistas, divididos, ni siquiera han conseguido diputados esta vez. Pero los resultados de 1994 dan motivos para preocuparse: la derecha, con toda su gran mayoría parlamentaria, sigue dividida por el asunto Maastricht; y la izquierda no comunista, fragmentada, sin líder ni programa, no se recupera del desastre electoral de 1993.El resultado de las europeas encierra una paradoja: complica las cosas para los vencedores, la lista UDF-RPR de gaullistas y giscardianos, y las simplifica para los perdedores del Partido Socialista. La doble lección para los socialistas, que obtienen su peor porcentaje desde 1971, es bastante obvia: Michel Rocard no es el candidato que necesitan para aspirar a la sucesión del presidente François Mitterrand, y el polémico Bernard Tapie es en cambio, por mucho que le detesten, un aliado imprescindible.
Menos clara es la moraleja para la derecha, enfrentada a un dilema: si endurece sus posiciones respecto a Europa y la inmigración, para satisfacer a la clientela de De Villiers y Le Pen, se arriesga a perder el gran espacio de centro; si se mantiene en la moderación, puede salirle un feo tumor ultraderechista por estribor.çEl líder de los gaullistas, Jacques Chirac, reconoció ayer que el resultado de las elecciones constituye "un aviso" y "la incomprensión y una creciente desconfianza de la opinión pública francesa ante la construcción europea". El primer ministro gaullista, Edouard Balladur, se negó sin embargo a admitir que De Villiers fuera otra cosa que "un miembro de la mayoría (la coalición conservadora)".
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