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Tribuna
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La noche de la derecha

La noche de ayer era la noche de la derecha. Para bien o para mal, era la gran protagonista de la jornada electoral, ya que su principal adversario, el PSOE, llegaba dividido, confuso y abochornado a estos comicios. El listón de la victoria era de vértigo para el centro-derecha español y para el proyecto que lidera José María Aznar, que ha recopilado gran parte del voto que en su día llevó a la Moncloa a Adolfo Suárez. Sobre ese listón estaba para Aznar la victoria, y consiguió pasarlo con claridad, ofreciendo a un electorado hambriento de triunfos su primera satisfacción electoral nacional en tres lustros. En la sede central del PP había anoche satisfacción y alivio porque un proyecto político gestado con dificultad se veía avalado por el electorado. Porque lo que estaba en juego en estas elecciones no era un avance sobre anteriores resultados, sino una victoria clara sobre el PSOE. Se jugaban la credibilidad del proyecto político que encabeza José María Aznar, el poder presentarse sin sombra de duda ante toda la opinión pública como una alternativa solvente a los 12 años de hegemonía socialista.La administración de la victoria fue moderada desde el comienzo de la noche. Mientras el ruido de las bocinas de los automóviles de los simpatizantes cercaba la sede central del PP en la calle Génova de Madrid, de los despachos sólo salían frases discretas en tomo a la idea común de que la noche era una victoria de la democracia y del cambio político. Aznar había anunciado durante la campaña la necesidad de pasar una página en la historia de España, de poner en marcha un nuevo proyecto político. Abel Matutes, el candidato circunstancial de estas elecciones, apenas podía concitar la atención de los periodistas en su primera aparición para comentar la victoria. La clave europea apenas interesaba, y Matutes se veía obligado a opinar sobre política interior y sobre la necesidad que tienen el PSOE de someterse a una cuestión de confianza.

A medida que avanzaba la noche la calle Génova era un fanal de luz para todos los políticos populares. El análisis de los resultados se dejaba a los técnicos, que seguían trazando en los despachos de la séptima planta las ecuaciones de la nueva situación política. Porque el secreto a voces era que anoche había nacido un nuevo equilibrio de fuerzas en la política española aunque el número de diputados en el Congreso no varíe. El triunfo popular además tenía acento andaluz en su derrota relativa en el granero tradicional de voto socialista. Su acercamiento hasta cotas ayer inimaginables en la comunidad autónoma de González y Guerra era un aviso adicional de peligro para los estrategas de Ferraz. El fuerte aumento de IU, tanto a nivel nacional como en el complejo tablero andaluz añadía incógnitas a la situación.

Aznar pudo estrenar ayer la sonrisa del triunfo, hacer gala de la moderación que sólo pueden esgrimir los que ganan. Se abre para su partido ahora la delicada administración de una victoria que, aun siendo importante simbólicamente, no es equiparable al resultado de unas elecciones generales. Lo importante para él y su partido es que ha vuelto a confirmar el espectacular avance que dejó más de ocho millones de votos en la urna particular del PP en las elecciones del año pasado, y que ahora le vuelven a presentar como una alternativa seria a González.

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