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Literatura contra armas blancas

Un Ayuntamiento de La Coruña regala libros a los jóvenes que le entreguen navajas

Xosé Hermida

Al alcalde de Muros (La Coruña) le inquietaba ver a aquellos muchachos del pueblo siempre jugando con la navaja en la mano, como si tal cosa. Mucho antes de que varias instituciones estadounidenses ofreciesen dinero a los jóvenes dispuestos a deshacerse de sus armas, el socialista José Lago Hermida ya había promovido una campaña informativa para desterrar el uso de escopetas de aire comprimido entre los adolescentes. Desde entonces, asegura que no ha vuelto a ver ningún rifle por el pueblo y eso le ha animado a proponer ahora a los chavales de este municipio costero de 13.000 habitantes que intercambien navajas por libros.. "Puede sonar muy retórico", se excusa Lago, "pero sigo pensando que hay que preparar a la gente para vivir en paz, sin tanto egoísmo ni tanto afán consumista. Sin la utopía no somos nada".Luis, uno de los agentes de la Policía Municipal de Muros, acude con presteza a un armario para mostrar el botín de la última campana municipal. Dentro de una bolsa está una colección con 35 navajas de todos los tamaños recogidas desde el pasado 1 de abril. La más pequeña, completamente inofensiva, aún está pegada a la carta en que fue enviada por un vecino de Benavente (Zamora), que sólo deseaban adherirse simbólicamente a la iniciativa. Nadie ha entregado aún ningún machete como los que se agolpan en otro estante. "Esto", explica el agente mostrando un enorme cuchillo de matanza, "estaba en la bota de un individuo al que cacheamos".

Aunque los vecinos todavía tienen fresco el recuerdo de dos graves incidentes con armas blancas de por medio, no es Muros un lugar especialmente conflictivo ni violento. El alcalde reconoce que los chicos sólo usan las navajas para jugar. "No quiere decir que tengan instintos criminales ni nada de eso", asevera, "pero que vean que hay otras formas de divertirse".

La pedagoga municipal, Madó Santos, cree que en los pueblos los muchachos están menos expuestos que en las ciudades a la influencia de las imágenes violentas. "Aquí tienen más libertad, pueden estar mucho tiempo jugando en el monte o en la playa, por eso no hay teleadictos", sostiene, aunque advierte que "no son inmunes a las modas".

Según los datos del Ayuntamiento, la mayoría de los que han entregado sus navajas en centros escolares o en la biblioteca municipal tienen entre 11 y 15 años. El brillo del acero parece fascinar a los chavales y puede acabar convirtiéndose en un símbolo de autoridad. "Cuanto más grande sea la navaja que tienes, más caso te hacen, te respetan más. Todos los que yo conozco tienen una", señala Jesús Fernández Otero, de 12 años. Jesús disfruta con los tebeos de aventuras y por eso no le importó deshacerse de la navaja que guardaba en casa. "Me dieron un cómic del Capitán Europa y este otro libro", dice enseñando una obra del escritor gallego Xosé Luis Méndez Ferrín. Sin embargo, sus amigos no le han hecho mucho caso al Ayuntamiento. Casi todos prefieren quedarse con sus navajas porque, según Jesús, "dicen que los libros ya los tienen en la biblioteca o en su casa".

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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