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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El lugar de Rusia

LA REUNIÓN en Estambul de los ministros de Exteriores de la OTAN se ha centrado en las relaciones de la alianza occidental con Rusia. Este inmenso Estado es y seguirá siendo una superpotencia militar en el futuro previsible. Éste es un hecho terco que nadie puede ignorar. Pero la evolución política en Moscú y la conducta de Rusia en su entorno inmediato hacen necesario un replanteamiento de las relaciones Este-Oeste que en estos dos últimos años han estado marcadas por unas esperanzas de rápida democratización y comunidad global de intereses que demostraron ser exageradas.Moscú está haciendo esfuerzos tenaces por impedir que la OTAN establezca relaciones con sus antiguos satélites del ya disuelto Pacto de Varsovia. Las apetencias imperiales en Rusia, pasados los tiempos de confusión que siguieron a la disolución de la URSS, vuelven a tener el vigor tradicional. Logró impedir el ingreso de dichos países en la OTAN, con lo que de hecho reinstauró su poder de veto y la limitación de la soberanía de la política exterior de sus vecinos centroeuropeos. La propia OTAN, por espíritu conservador y el deseo de dejar intacta su estructura tradicional, concedió una prioridad absoluta a sus relaciones con Rusia aun al precio de concederle ese derecho de veto. La solución propuesta fue la Asociación para la Paz, un acuerdo de cooperación militar, pero sin la garantía de defensa en caso de agresión. ¿Y Rusia? Desde el principio exigió un trato especial al ingresar en la Asociación.

La OTAN ha respondido negativamente a dos demandas rusas: por un lado, a la inaceptable solicitud rusa de tener también un veto sobre la toma de decisiones de la Alianza. Los órganos de la OTAN adoptarán sus decisiones sin aceptar injerencias de otros países. También rechazó la sugerencia de integrar orgánicamente a la OTAN en la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea (CSCE), a la que hoy pertenecen más de 50 países y que debería -según la idea de Rusia- tomar las altas decisiones políticas. Esto privaría a la OTAN de su capacidad operativa. Supondría una peligrosa dejación de la defensa occidental. La OTAN ofrece a cambio un amplio sistema de consultas que permitirá a Rusia estar bien informada de los principales problemas de seguridad y de las decisiones de la OTAN. La experiencia de lo ocurrido en Sarajevo es aleccionadora. Rusia no era partidaria de amenazar a los serbios; sin embargo, sin la amenaza de la OTAN no habrían retrocedido las fuerzas serbias.

En Estambul, la OTAN ha querido demostrar su disposición a poner en marcha un plan de cooperación amplia que tenga en cuenta el papel especial de Rusia como gran potencia. Pero tiene muchos motivos de preocupación y razones para mantener su plena capacidad decisoria ante la evolución política en Moscú y los augurios nada tranquilizadores para el futuro. La insistencia de Moscú en mantener o redesplegar sus tropas en países que fueron parte de la URSS (Georgia, Armenia y otros), hoy oficialmente independientes, es sólo uno de ellos.

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