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Las europeas se convierten en Francia en unas primarias para suceder a Mitterrand

Enric González

La campaña francesa para las elecciones europeas no acaba de levantar el vuelo. Como en otros países, es la política nacional la que manda, la que protagoniza el debate. En el caso de Francia, el interés se centra de una forma casi obsesiva en las elecciones presidenciales de 1995. Sin que pueda existir duda alguna sobre la victoria de la derecha el día 12, los líderes conservadores se dedican ya a asumir la pose presidencial y a mostrarse como los mejores para reemplazar en el Elíseo a Mitterrand.Edouard Balladur, Jacques Chirac y Valéry Giscard d'Estaing dedican todos sus esfuerzos a promocionarse como candidatos. Y en la izquierda ocurre lo mismo: Michel Rocard, Bernard Tapie e incluso Jean-Pierre Chevénement, todos socialistas y todos en listas distintas, juegan a la presidenciabilidad.

No es sólo la preponderancia doméstica la que limita la campaña electoral. Cuando el debate logra ceñirse a las cuestiones europeas, son las candidaturas euroescépticas (La otra Europa, conservadora; La otra política, socialista; el Frente Nacional, ultraderechista) las que llevan la iniciativa. Es mucho más fácil criticar el tratado de Maastricht y culpar a los "burócratas de Bruselas" del paro, de la inmigración y hasta de la droga, que proponer alternativas constructivas para modificar la realidad social y política de Francia.

La falta de ideas se hace muy evidente en las listas proeuropeas y previsiblemente mayoritarias, como la de la coalición conservadora, en el Gobierno, y la del Partido Socialista.

Menos 'euroentusiasmo'

El candidato de la coalición RPR-UDF, Dominique Baudis, previsible ganador de las elecciones al Parlamento europeo del día 12, es un ejemplo de esa deriva: era hasta hace unos meses federalista y partidario de una inmediata unión monetaria; ahora defiende una construcción "prudente" y "a distintas velocidades", y huye de la palabra federalismo como si del demonio se tratara.

El ideal europeo está en horas bajas, y los candidatos europeístas carecen de respuesta a las grandes preguntas sobre la unión monetaria o sobre la guerra en Bosnia-Herzegovina. Cala poco a poco la idea de que la Unión Europea tendrá que hacerse a distintas velocidades, pero nadie tiene una idea clara de cómo se va a organizar. Ante ese problema de indefinición, se vuelve una y otra vez a las cuestiones nacionales.

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