Un país normal
Menos mal que Txiki Benegas nos lo ha aclarado: García Damborenea apoya al PP porque es del Opus. Y como ya dijo Alfonso Guerra, Aznar es una mezcla de Onésimo Redondo y monseñor Escrivá de Balaguer. Todo lo cual está en sintonía con lo que sugieren los compañeros renovadores de Benegas y Guerra: los del PP son unos franquistas que, a poco que nos descuidemos, nos montan en España la de Bosnia. Así que atémonos los cinturones.Parece que el soniquete funciona muy bien en las plazas de Mérida y Alcázar de San Juan, pero empieza a irritar a los que seguimos aspirando a que España sea un país europeo normal. Un país en el que se considere normal afirmar que doce años de Gobierno terminan mermando los reflejos, la imaginación y el sentido de la realidad de los dirigentes, y que, precisamente para solucionar ese problema y para revigorizar la confianza ciudadana en el sistema, existe la posibilidad de la alternancia.
Un país normal. En el que nadie se rasgue las vestiduras porque, al igual que en los países vecinos y por lamentable que sea, dominen ahora el euroescepticismo y la preocupación por los problemas nacionales. Un país en el que, sin pretender que los resultados del 12-J pueden invalidar jurídicamente los de las pasadas legislativas, que nadie lo pretende, se pueda opinar que, en medio de una legislatura, la opinión pública tiene derecho a expresarse sobre el Gobierno mediante la prensa, la acción sindical o consultas electorales como unas europeas. Un país en el que el gobernante esté atento a los cambios de humor de la ciudadanía, y máxime en tiempos de crisis. De Gaulle se fue tras un referéndum en el que, jurídicamente, él no se jugaba la presidencia, pero no todo el mundo puede ser De Gaulle.
Ya sé, todo eso son buenos deseos. El problema, como se nos repite estos días, estriba en que los del PP son franquistas. Miren ustedes, a algunos de los que combatimos el franquismo no se nos tiene que recordar que Franco era de derechas y que la mayoría de la derecha española apoyó su insurrección y su interminable dictadura. Ni tampoco que mucha gente del PP -Mercedes de la Merced, por ejemplo- tiene una visión en rosa del franquismo que no compartimos en absoluto los que tirábamos piedras a los grises. Incluso hemos sido capaces de detectar que el PP no ha culminado su viaje al centro, sobre todo en lo que, hace a sus dificultades para reconocer el carácter plurinacional de España.
Pero a esos algunos, aunque no vayamos a votar al partido de la gaviota, nos cuesta aceptar que un triunfo del PP el 12-J se traducirá por un regreso a la dictadura. En primer lugar porque no son elecciones legislativas, y en segundo, porque no parece que el PP vaya por ahí. Sin duda, su Gobierno sería más conservador en materia de costumbres, más autoritario en cuestiones de seguridad y menos proteccionista en lo social. Precisamente por eso el PP es de derechas y no miembro de la Internacional Socialista. Y precisamente por eso España necesitaría una fuerte oposición socialdemócrata y no un PSOE en ruinas tras una defensa numantina del poder.
Hay quien dice que la transición no terminará en España hasta que la derecha no llegue al poder por métodos democráticos y lo ejerza y abandone por esos mismos métodos. Y también quien teme que si el PP no conquista La Moncloa en los próximos años se creará en la ciudadanía, y sobre todo en la de derechas, una frustración sobre la que podrían cosechar peligrosas terceras vías populistas. Es posible. Entretanto, en esta campaña, y sobre todo allí donde militan algunos de nuestros antiguos compañeros de pedradas a los grises, sólo vemos juego sucio.
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