Antes de besar, pedir permiso
El código sexual de los alumnos del Antioch College se ha hecho famoso en EE UU
Antioch College, fundado en 1852, posee fama de liberal en Estados Unidos. Desde hace dos años es además un campus piloto para el comportamiento sexual. Los alumnos y alumnas de Antioch College, en Ohio, siguen una norma según la cual nadie da un paso en el contacto físico sin pedir previamente permiso. De esa manera, si un estudiante desea besar a una estudiante, le solicita su consentimiento, y si quiere acariciarla en una determinada zona le pregunta concretamente si a ella le gustaría, o no tendría inconveniente, en que hiciera eso. La regla es aplicable también en sentido sexual inverso, de chica a chico, pero las impulsoras de esta ley fueron mujeres de un colectivo feminista llamado Womyn of Antioch. Womyn y no women, porque si la fonética es igual, en la grafía se salva la palabra men y no se asocia innecesariamente con los hombres.De hecho, este grupo de mujeres se sentía agraviado por el caso de dos violaciones durante el curso 1990-91. A raíz de esas afrentas, y para obstaculizar otras, las womyn lograron elevar a precepto oficial esta conducta de progresivo consenso verbal. Los varones que votaron de acuerdo con la propuesta encontraron en ella la ventaja de ser liberados de algunos equívocos, y las mujeres, en el más indiferente de los supuestos, lo consideraron divertido. A dos años y pico de aquella implantación, la enfatización de los expedientes de acoso sexual o las denuncias de abusos no han hecho sino aumentar la popularidad de la regla de Antioch. Estados Unidos puede pensar que si en todo el país se respetara el código de ese college se reducirían los problemas. Pero Estados Unidos puede pensar que si en toda la nación hombres y mujeres se comportaran así, acabarían los secretos y la excitación del sexo.
Con estas disyuntivas, la revista Details se ocupa de ofrecer las visiones enfrentadas de dos ex alumnos de Antioch. Básicamente, para el estudiante que se declara a favor la regla no es antiexcitante, sino todo lo contrarío, y añade la ventaja de facilitar la conversación sobre otros puntos que contribuyen a una relación sexual a salvo de enfermedades o riesgos de embarazo. Complementariamente, dice, un chico puede permitirse decir no sin el prejuicio de creer que actúa inapropiadamente.
En cuanto al punto devista adverso, el protagonista sostiene que Antioch es un lugar enteramente dominado por las mujeres. Un sitio donde el feminismo ha producido mujeres corajudas y hombres acobardados. No tiene inconveniente en recordar que durante su estancia allí fundó un grupo opositor llamado Boneyard: Men for the Preservation of Machismo, que se reunía todos los miércoles para discutir la situación. La institución les había cedido un local infame, angosto y maloliente, pero dice que lo tenían decorado con chicas del Playboy. Esto irritaba a las feministas, que les lanzaban condones y restos de comida por la ventana. Ya antes les habían amenazado bajo el extraño signo de dejarles una braga de color rosa en el buzón.
Paradójicamente, el college es calificado por el mismo testigo como promiscuo, escenario de orgías insólitas en los dormitorios y las duchas. El coste de la matrícula es de 20.000 dólares (2.800.000 pesetas), y su detractor, ex becario, argumenta que es grotesco oír hablar allí de represión. "Para represión", termina, "la que sufre mi madre, que trabaja de criada".
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