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La vida secreta de los 'guiris'

Estudiantes extranjeros organizan fiestas para hablar sobre Madrid entre idilios, cervezas y cánticos

Es un piso algo destartalado, pero con una inmensa terraza, al lado de la Puerta del Sol. En los últimos años ha estado habitado por estudiantes extranjeros. Allí se organizan periódicamente fiestas en las que se llegan a juntar 200 personas, casi todos guiris, como se les llama castizamente. Muchos de ellos conocen la ciudad mejor que bastantes madrileños. En estas reuniones intercambian información, amistades, idilios, cerveza, ropas, cánticos y abundante libación. Ayer sábado, por ejemplo, hubo sarao multicultural para celebrar el fin de curso.Actualmente, en ese piso reside Gene Bolger, de 28 años, americano de Nueva York alucinado con lo hispano desde que hizo en Salamanca un curso de español. Hace ya tres años que reside en el foro; había venido para cinco meses. Sobrevive dando clases de inglés en empresas y a particulares. Gene, sabor inequívocamente americano, tiene muchos amigos, entre los que hay famosos como Javier Bardem o Francine Gálvez, músicos, camareros, flamencos, ácratas, boleristas, macarras, posmodernos, neobarrocos. España le ha imprimido una fuerte propensión a la solidaridad. Ha hecho cursos de cooperante para trabajar en América Latina. Y afirma: "Llevo complejo de gringo. Nací pensando de John Wayne y me desperté en Salamanca. Siempre me habían dicho que los americanos éramos los buenos. Tuve que salir del bosque para darme cuenta de muchas cosas". Gene Bolger ama a Madrid, donde ha cosechado abundantes novias. Pero constata los defectos de la villa: "La contaminación, la mala aceptación de los emigrantes y los diferentes; hay muchos prejuicios contra los sudacas. Los españoles no acaban de entrar en la cosmópolis". Le encanta organizar fiestas.En la de ayer erigió en su terraza una especie de torre de Babel: chinos, brasileiros, hindúes, japoneses, marroquíes, europeos variados, argentinos, mexicanos, cubanos. No está reservado el derecho de admisión, quien puede, deposita su óbolo en la bolsa común.

Hay un pequeño puesto de ropa usada y otro de collares, pendientes y alfileres de plata Este último está atendido por Marie le Guelaff, de 23 años, bretona de Concarneau. Estudia Filología Hispánica en la sucursal madrileña de la Universidad de Toulouse. Vino en 1989 y quiere quedarse aquí para siempre: es novia del joven orfebre madrileño José Mendieta. "Ésta es una ciudad muy abierta", dice. "En Francia todo es más hermético. Lo que más me gusta de aquí es que no parece una capital del Estado. Me relajó mucho ver que la Puerta del Sol era tan pequeña. Tan relajada iba que me robaron tres veces. Me fastidia que funcione tan mal Correos".

Por allí anda también Christophe Morice, de 23 años, un hispanista vocacional. Cursó Filología y actualmente trabaja en una tesina sobre la jerga de Vallecas. Estudioso de los pueblos malditos, mantiene contactos con pasiegos (Cantabria), agotes (Navarra), vaqueiros de alzada (Asturias) y maragatos (León). Habla argot vallecano con desenvoltura y afirma tajantemente: "En España se bebe más que en Francia, pero allí hay más borrachos. Yo antes era un pospunki siniestro. En Madrid he aprendido a reír y a ser feliz. Lo mejor de aquí es la noche; lo peor, también la noche". Junto con otros guiris forma parte de un grupo musical, El Peque and the Momos, especialista en Dylan y Kiko Veneno.

Clara, rubia teutona, prefiere no dar datos: "Di que soy de Europa central. No me llamo Clara. Si se enteran mis padres de la vida que hago, se me acaba, no porque golfee demasiado, sino porque estudio poco y alterno mucho. Si pillo novio guapo y con medios, dejo la universidad y me quedo para siempre".

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