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La memoria de España duerme en Alcalá de Henares

El Archivo General de la Administración conserva los testimonios del franquismo

El inmenso Archivo Histórico de Alcalá de Henares funciona como memoria del Estado español: en ocho plantas se almacenan 178 kilómetros de papeles, planos, libros y fotos de ministerios y organismos públicos. Hay legajos de más de dos siglos de antigüedad, pero abundan los del XIX y la época franquista. Los 20.000 metros de estanterías vacías se llenarán con los documentos actuales. Este almacén de historia depende del Ministerio de Cultura y en él trabajan más de 100 personas, incluidos archiveros y restauradores.Para los interesados en el franquismo, el Archivo General de la Administración es una mina de oro: la mayor parte de las fuentes oficiales está protegida por cajas antisépticas y se puede consultar.

Censura, Falange, Sección Femenina y Tribunales de Responsabilidades Políticas, (temas de acceso prácticamente imposible en el régimen anterior) son el objeto favorito de los historiadores actuales, que pueden leer cosas como el informe sobre la obra de Torrente Ballester La Saga/Fuga de J.B.: "De todos los disparates que el lector que suscribe ha leído en este mundo, es este el peor sentencia el censor. Y hay más. Sobre Tiempo de Silencio, de Luis Martín Santos, se lee una clasificación de inaceptable sin tachaduras, por "frases de sentido paródico que originalmente se refieren a cosas santas y aún al mismo Dios".

El Archivo actual se creó por decreto al final del franquismo, en 1969, aunque ya desde el siglo XVIII se conservaban los informes del Estado.

Pero aún hoy algunos departamentos se niegan a enviar sus papeles, para no perder el control, según explica María Luisa Conde, directora del Archivo.

"Nosotros reclamamos las cajas que faltan, pero no tenemos capacidad de obligar a los ministerios", prosigue la responsable. También hay desorden: una investigadora se encontró libros tachados de la censura en una biblioteca pública de barrio... y eran precisamente las obras que faltaban en los expedientes en Alcalá. Y es que cuando el Ministerio de Cultura se trasladó, en 1983, los libros fueron a las bibliotecas municipales y los papeles, al depósito de Alcalá.

Los archivos no se abrieron de golpe después de la muerte de Franco, sino paulatinamente a partir de 1978, con la Constitución aprobada, para no poner en peligro el proceso de la transición. María Luisa Conde lo razona así: "'Si hubiéramos presionado mucho, habría desaparecido la documentación. Era mejor esperar hasta que se perdiera el miedo entre los funcionarios y salvar los testimonios de aquella época".

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