Un cambio radical

El clima entre la OTAN y Rusia ha experimentado un cambio radical en los dos últimos años, según insistían en subrayar ayer distintas delegaciones aliadas. El buen humor y la sensatez demostrados por el general ruso Pável Grachov han dejado encandilados a los embajadores y a los ministros de Defensa de la Alianza. Ambas partes sólo han discrepado en una cuestión conocida, la petición de Moscú de revisar el TFCE (Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa), firmado en su día por la URSS y de difícil aplicación si quiere cumplir con sus compromisos de seguridad en el Caúcaso.Los aliados se mostraron comprensivos ante las preocupaciones rusas, pero se negaron tajantemente a cambiar el tratado, principalmente para no sentar un antecedente peligroso. "Nos hemos reafirmado en que seguiremos apoyando el TFCE, como piedra angular de la seguridad y de la estabilidad en Europa", asegura el comunicado final de la reunión de los ministros de Defensa del Consejo de Cooperación del Atlántico Norte, que reúne a los socios atlánticos con los del antiguo Pacto de Varsovia.

El argumento utilizado por Rusia contribuye a levantar suspicacias sobre la división del continente en zonas de influencia, de forma que, Grachov tuvo que responder al interés de los aliados por su vocación de gendarme en Asia y en el Este de Europa. El ministro ruso invitó, con no poca ironía, a los occidentales a mandar sus cascos azules al Caúcaso o, como mínimo, algún jefe militar, como ya ha hecho Dinamarca, que tiene un general con mando en tropa en Georgia.

Grachov, con los otros ministros de defensa del ex Pacto de Varsovia y sus colegas occidentales, se trasladó por la tarde a la ciudad de Mons, 50 kilómetros al sur de Bruselas, sede del cuartel general de la OTAN y corazón militar de la Alianza, donde se hallan los centros de mando desde donde se dirigen las operaciones, dando lugar así a una nueva escena impensable hace tan sólo cuatro años.