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Aclamado como un héroe del fútbol

Diego Fernández de Cevallos se dirigió tras el debate al monumento de la Independencia, en pleno paseo de la Reforma, la arteria principal de la capital mexicana. Emulando a la hinchada futbolística cuando gana la selección mexicana, Fernández de Cevallos fue aclamado, vitoreado, aplaudido, besado e incluso llevado a hombros, como los toreros.El aspirante presidencial del Partido de Acción Nacional (PAN), abogado y ranchero, hombre de voz enérgica y poblada barba, católico practicante y reconocido orador durante su anterior etapa parlamentaria aprovechó bien su victoria y también la noche mexicana, porque se calcula que 48 millones de personas de las 80 que residen en el país siguieron el debate en directo a través de la radio y de la televisión.

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Provocador y buen orador

La victoria de Fernández de Cevallos se debe a su astucia provocadora y a su hábil oratoria. Al contrario que los otros candidatos, que mandaron a sus ayudantes, fue él mismo en persona quien negoció en nombre de su partido las reglas del debate. Y como era el que menos sonaba políticamente, debido a que todo el mundo tenía sus ojos puestos en lo que presumiblemente se iban a decir los candidatos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Ernesto Zedillo, y del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Cuauhtémoc Cárdenas, se lo jugó todo a una sola carta.

A Cárdenas le acusó de tener una doble cara y a Zedillo le sacó los trapos sucios del sistema. Ni Zedillo, que evitó en la medida de lo posible caer en la provocación, ni Cárdenas, al que le falló la oratoria, pudieron sobrevivir al efecto hiriente de las palabras del candidato panista, que se ayudó con frases concisas, tono de voz alto y una sorprendente soltura frente a las cámaras de televisión, pese a haberlas tenido cerradas hasta ahora.

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