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Tribuna:LA VUELTA DE LA ESQUINA
Tribuna
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El guardia y su cartilla

Ahí está, con 150 tacos sobre el tricornio dispuesta a cumplirlos el próximo 13 de mayo florido. Ciertos alifafes y morbos han cuarteado alguno de sus más añejos cuarteles; cosas de la edad, quizá. Esperemos una pronta y feliz recuperación.Nació de la mano dura de Narváez y el propósito fue proteger a las personas en poblados y despoblados más bien área, tránsito, recuelo y herencia de las carlistadas que salpicaron los territorios de gente desalmadas, que perdieron las batallas, la fe y la moral. Algo parecido nos dicen que ocurrió tras el Vietnam. Estas tierras cercanas tuvieron siempre pesarosas tradiciones que llevaron, en el siglo XIII, a proteger los montes de Toledo, de Castilla y León con las cuadrillas de la Santa Hermandad. Comarcas donde cuatreros y bandidos salteaban, durante los siglos posteriores, a campesinos desvalidos e hidalgos indigentes, de los de lanza en astillero y galgo corredor.

Obtuvo el real agrado, de Isabel II la puesta en marcha, aquel mismo año de 1844, de dos milicias. Una, bajo el nombre de Cuerpo de Salvaguardia de Madrid, se malogró recién parida, transformándose en una Guardia Urbana, absorbida, 15 años más tarde, por la ya instalada Guardia Civil. En los comienzos fueron sólo 5.769 hombres; hoy pasan de 60.000 sus individuos, con participación creciente de mujeres.

Tiesos quedarían el duque de Ahumada y los sucesivos mariscales de campo que, con el tratamiento de tenientes generales, la dirigieron hasta 198,6. Tiesos y barbuquejo colgando al ver en las formaciones garridas y aguerridas guardias con el cetme sobre el hombro. El artículo octavo de la "cartilla del guardia civil", arreglada, reformada y sancionada por la reina, dispone textualmente que "el guardia civil, lo mismo en la capital de la Monarquía que en el despoblado más solitario [¡qué redundancia de la casi nada!], no deberá nunca salir de su casa cuartel sin haberse afeitado, lo menos tres veces por semana, teniendo el pelo y las uñas cortadas, bien lavado, peinado y aseado, limpiando diariamente las botas y los zapatos", porque, recalca el artículo décimo de este primer capítulo, "el desaliño en el vestir infunde desprecio". Hoy, evidentemente, parte de los beneméritos escuadrones no precisa la bacía, el jabón y la navaja barbera; quizá un discreto maquillaje de fondo.

Todo bajo control, todo previsto. Cederán la acera, del lado de la pared, a las autoridades y, en especial, a las señoras. Y nada de tarareo ni canción caminera: "El silencio y la seriedad deben imponer más que sus armas".

Merecería la incondicional aprobación de Amnistía Internacional el párrafo del artículo 17 -aplicable a ciertas discotecas en altas horas- ordenando que "llegado el caso de disipar algún grupo, hacer despejar algún establecimiento o impedir la entrada en él, lo hará siempre el guardia, anteponiendo las expresiones de 'haga usted el favor' o 'tenga usted la bondad". ¡Guay! ¿no?

Ni hablar de ley Corcuera. Sin permiso del particular no puede allanarse una casa. Vigilar puertas, ventanas y tejados, sí, hasta que llegue la autorización del alcalde.

Ciento cincuenta años. No cuajó la idea de que los veteranos fueran encargados de la vigilancia y policía municipal, lo que es lástima. Sobrevive la cantera propia con la institución, hace 141 años, del Colegio de Guardias Jóvenes, en Valdemoro. Hijos de subalternos, clase de tropa o huérfanos el Cuerpo tenían -y tienen- opción a una plaza de alumno, sufragados los haberes a cargo de los escuadrones, entonces de caballería por su naturaleza.

El capítulo IX de esta curiosa y ejemplar cartilla instruye al guardia de su comportamiento en casos de incendio, terremoto e inundación. Todo bajo control.

Eugenio Suárez es escritor.

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