_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Post mortem'

La compra por el Santander de lo que quedó del Banesto cierra un capítulo de la historia financiera de España, lleno de lecciones para los aprendices de capitalista que somos los españoles.Primera lección: hay que hablar con claridad. El Banesto quebró, pues con sus activos (excluido el fondo de comercio) no podía responder de sus obligaciones, que en el caso de un banco comprenden también el cumplimiento de estrictos coeficientes bancarios. (Excluir el fondo de comercio quiere decir que bajo otra dirección el banco valdría más). El Banco de España actuó de síndico de la quiebra, gracias a Dios eficaz y limpiamente, actuación que podría inspirar la reforma de nuestras prácticas de quiebra y suspensión de pagos, tan lentas y sujetas a ganancia de subasteros.

Segunda lección: hay que defenderse de la tinta del calamar. Don Mario Conde, tras alzarse con la presidencia del Banesto, y apoyado en un error jurídico de bulto del Banco de Bilbao, consiguió impedir que sus accionistas acudiesen a la OPA en diciembre de 1987, a 5.000 pesetas el título, por un valor total de 460.000 millones de pesetas de los 92 millones de acciones (lo que en pesetas de hoy, según el IPC, equivaldría aproximadamente a 665.000 millones).

Si atendemos al plan de saneamiento definido por el Banco de España, el agujero de 605.000 millones de pesetas había reducido valor del Banesto en libros antes de la ampliación de capital realizada por el Fondo de Garantía de Depósitos a 65.100 millones de pesetas.

Si calculamos el valor implícito en los 313.000 millones que va a pagar el Banco Santander por el 73,45% del capital del Banesto y deducimos los 180.000 millones de la dicha ampliación para que la cifra sea comparable, ello daría un valor de Banesto de 246.140 millones.

Si miramos la capitalización del Banesto en la Bolsa a 29 de abril de 1994, que es de 689.175 millones de pesetas a la cotización actual de 1.125 pesetas por acción, y le deducimos la ampliación, queda el valor en Bolsa en 509.175 millones. No descarto un descalabro a la vista de las pérdidas previsibles de 1995, pero aceptemos esa cifra como una indicación de la confianza que les merece a los bolsistas la gerencia del Santander.

En todo caso, el quebranto neto real producido por don Mario y su equipo al cuerpo de accionistas durante los seis años de su regencia, atendiendo puramente a los datos de Bolsa, suma al menos 155.000 millones de pesetas; y eso que no cuento, neto de dividendos, lo que aguando el capital aportaron los accionistas al banco en las diversas ampliaciones entre 1987 y 1993. Según el cálculo del señor Botín, el quebranto reflejado habría sido de 418.860 millones. Enhorabuena a don Mario Conde y su equipo: pese a la valía de la organización Banesto reflejada en su fondo de comercio (por el que el Santander puede haber cotizado hasta medio billón), consiguieron fundir al menos 160.000 millones de pesetas en seis años -o fundir parte y embolsarse parte-.

Tercera lección: hay que temer aún más el mal funcionamiento de las instituciones públicas. ¿Estaba despierta la Comisión Nacional del Mercado de Valores? Si bien puede haber tanta incapacidad y a veces podredumbre en la gestión de las empresas privadas como en la del Estado, lo que toca a la justicia y otras instancias públicas es más grave, pues ello afecta al marco legal y facilita las prácticas condenables de personas e instituciones privadas.

Cuarta lección: en los momentos difíciles se ve lo que valen las personas. Don Rafael Pérez Escolar quizá se equivoque en su defensa numantina de la administración del Banesto bajo Conde, pero se porta como hombre de una pieza, que no huye cuando pintan bastos. En cambio, el silencio de don José Antonio Segurado es estruendoso.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_