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Reportaje:

Del miedo en Argelia a la escasez en Madrid

La familia de Deogracia López huyó de la violencia y se ha topado con la crisis

Deogracia López Morante, de 32 años; su esposo, Hamid Belkacem, y sus tres hijos abandonaron Argelia el pasado mes de diciembre escapando de la violencia contra los extranjeros para vivir ahora en la localidad madrileña de Alcalá de Henares, enfrentados con la estrechez.Su único ingreso lo constituye una exigua pensión no contributiva de 45.000 pesetas mensuales, que. les durará 18 meses, y lo que Hamid recauda en los mercados con la reventa del tabaco. Lo abandonaron todo. De forma precipitada. En un momento de pánico. El Grupo Islámico Armado (GIA) acababa de asesinar no muy lejos de su casa en Bufarik, a pocos kilómetros del santuario islamista de Blida, al súbdito español Manuel López Bailén.

Cuando les llegó la noticia de esta última muerte, Deogracia llevaba ya más de dos meses sin salir de su casa por temor a las represalias y a la violencia. Le angustiaba morir como la súbdita rusa, de un pistoletazo mientras efectuara su compra habitual en el mercado.

Salieron del país discretamente, siguiendo las consignas de la embajada y gracias a la ayuda económica que les prestó el consulado de Argel, que se hizo cargo de sus pasajes. No eran ni los primeros ni los últimos, otros habían salido antes que ellos, otros lo hicieron después, totalizando cerca de 157 personas sobre un censo aproximado de 327.

Atrás dejaron una larga historia que se inició hace 14 años, cuando Deogracia, natural de Jaén, conoció en España a un argelino, Hamid Belkacem, con quien decidió casarse y fundar una familia en la localidad de Bufarik, donde sus parientes poseían una pequeña empresa de tejidos y de confección. Allí han nacido sus tres hijos, que tienen ahora entre los 14 y los 4 años.

Deogracia reconoce que no sólo es el pánico lo que le ha obligado a regresar a España. Primero recibieron la visita de la crisis económica, que les forzó a cerrar las puertas de su propia empresa, a despedir a los trabajadores y a enfrentarse al espectro del paro. Después, una noche, llegó la visita inesperada de unos extraños uniformados que, con la excusa de registrar su vivienda, se llevaron algunos objetos de valor, entre ellos las joyas, que permanecían escondidas en el interior de un armario. Las amenzas de los integristas armados del GIA a la comunidad extranjera fueron la gota que desbordó su angustia.

Se fueron con lo puesto. Dejaron todas sus pertenencias, incluida la casa y el automóvil, para desembarcar en casa de la madre de Deogracia, en Alcalá de Henares, en una modesta vivienda en el barrio del Chorrillo. Su único consuelo se reparte entre la pensión no contributiva otorgada por el Gobierno español para algunos de los que han vuelto de Argelia y las llamadas telefónicas, breves y esporádicas, que de vez en cuando efectúan a los familiares que quedaron en Bufarik. Y sobre todo les queda el sueño de un hipotético regreso. "¿Sabe lo que le digo? Que prefiero el miedo de Argelia al hambre de Madrid", sentencia Deogracia en un momento de desesperanza desde el otro lado del teléfono.

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