_
_
_
_

El Joventut, flemático ante su gran oportunidad

Robert Álvarez

El 7UP Joventut postula hoy (20.30, La 2) por su máxima razón existencial. 64 años después de haber empezado a generar baloncesto desde Badalona tiene la ocasión de instalarse en la cima continental. En el último ataque tiene que superar al Olympiakos, un equipo con un historial europeo en blanco pero que no ha reparado en gastos para llegar a la final con más estrellas y más aficionados que ningún otro, con diferencia. El baloncesto español inyecta en el Joventut una improrrogable necesidad de ganar de una vez la Liga Europea, 14 años después de que lo hiciera el Real Madrid y tras haber perdido ya cinco finales desde entonces. El baloncesto griego, en cambio, llega fresco.

Más información
"Si no dan un duro por nosotros, peor para ellos"

El Joventut ha hecho acopio de flema y orgullo ante la final. ¿Que todos ven como favorito al Olympiakos? Muy bien. ¿Que no jugó a un nivel homogéneo en su semifinal contra el Barcelona? Cierto. ¿Que ha dado signos de extrema debilidad hace bien poco? Así es. Ninguno de sus componentes puede negar que han pasado de las catacumbas al ático en un ascenso vertiginoso. El equipo veía la semana pasa da en entredicho su futuro. Una derrota contra el Natwest en los octavos de final de la Liga española le condenaba a quedar fuera de toda competición europea el próximo año. Un fracaso de con secuencias imprevisibles. Una se mana después, sólo una semana después, ha llevado a la penúltima estación su candidatura al máximo título. De hecho, su aje treada y cambiante fortuna se aviene a la perfección con su estilo de juego. Es un equipo capaz de cambiar un partido en tres jugadas. Imprevisible y rápido, para lo bueno y para lo malo.

Tensar las riendas

En esta ocasión, su técnico Zelko Obradovic quiere tensar las riendas durante los 40 minutos. Sería un suicidio conceder una ventaja como la que le dio por ejemplo al Barcelona en la primera parte el pasado martes. El Olympiakos es la antítesis del Joventut. Con tres torreones como estrellas y soportes del peso específico de su juego -Tarpley, Paspalj y Fasoulas-, se inclina por la solidez sin sobresaltos y un control absoluto de todos sus movimientos. El Joventut deja un considerable hueco en sus esquemas a la inspiración de sus jugadores.

El Olymplakos planta a sus tres rascacielos bajo su aro y las ve venir. El Joventut prefiere una actividad frenética para mantener su red a salvo. El Olympiakos es impasible en su labor de erosión, como demostró en su se mifinal contra el Panathinaikos. El Joventut necesita, de vez en cuando, subir al máximo las revoluciones de su ritmo.

El camino para llegar a la final ha respondido a la idiosincrasia de ambos. El Olympiakos fue primero de principio a final en la liguilla. El Joventut tuvo muchos problemas para acabar siendo tercero. Sin embargo, el Olympiakos precisó de los tres partidos para eliminar al Buckler Bolonia y el Joventut dejó fuera de la competición de forma sorprendente en sólo dos encuentros a otro de los grandes candidatos, el Real Madrid. La final opone dos formas antagónicas de entender el baloncesto y de acceder a los mismos objetivos.

El Olympiakos va de favorito y no lo esconde. Sabido es que durante los últimos años -Jugoplastica, Partizan y Limoges- los campeones lo fueron sin partir desde la pole position. Yannis loannidis, técnico del equipo de Atenas, proclamó ayer de forma implícita su convencimiento de que parte como caballo ganador. "Las tradiciones", dijo, "están para ser rotas y el Olympiakos va a trabajar para romperlas porque es un campeón".

El peculiar técnico griego -serio, polémico por sus desplantes en las salas de prensa y por su vehemencia en el banquillo, que apenas utiliza ya que siempre sigue los partidos de pie- fue aún más lejos al respecto de una pregunta sobre el posible retorno de Paspalj y Tarpley a la NBA: "Las condiciones. de trabajo en el Olympiakos son tan ideales que nadie quiere irse".

El engreimiento de su rival molesta en el Joventut, pero al mismo tiempo reconforta. Los badaloneses se conocen al dedillo la cantinela: el Barcelona en 1984 contra el Banco de Roma, el Real Madrid en 1985 contra el Cibona, el Barcelona de nuevo en 1990 y 1991 contra el Jugoplastica y el propio Joventut en 1992 contra el Partizan, partieron como favoritos y con mayor apoyo en las gradas y tuvieron que asimilar el drama de la derrota y la vergüenza de haber dado cuerpo a la leyenda negra que persigue al baloncesto español y a la que contribuyeron las derrotas en semifinales del Barcelona en 1989 y del Real Madrid el año pasado. Siempre hubo verdugos yugoslavos en frente. Esta vez, el Joventut cuenta con Obradovic para ejercer de exorcista contra el mal, aunque el Olympiakos tiene en sus filas a Paspalj y también a los nacionalizados Tomic y Tarlac.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_