El reto surafricano
¿HACIA DÓNDE se dirige África del Sur? ¿Hacia unas elecciones sin barreras raciales que darán nacimiento a una nueva república y una nueva Constitución, y permitirán el pleno ingreso del país en la familia de los Estados civilizados, o a una explosión de luchas armadas entre regiones, etnias y grupos políticos? No es fácil dar, por ahora, una respuesta definitiva. Asistimos al enfrentamiento de poderosos movimientos en uno y otro sentido. Lo que parece claro es que las dos principales fuerzas políticas del país, el Partido Nacional, del presidente De Klerk, y el Congreso Nacional Africano (ANC), de Nelson Mandela, trabajan firmemente en favor de unos comicios que acaben con la vergüenza de la segregación racial. Los progresos son impresionantes. Un ejemplo es la Comisión Electoral Independiente, que realiza una gran labor educativa sobre cómo votar entre una masa de 22 millones de electores, de los cuales 16 millones de negros que nunca han sido invitados a las urnas. Es simbólico que al lado del presidente blanco de dicha comisión, Johann Kriegler, haya un vicepresidente negro, Dikgang Moseneke, que fue condenado, por su lucha contra el apartheid, a 10 años de cárcel cuando sólo tenía 15 años.Frente a los partidos de la legalidad democrática, que ya empieza a asentarse, dos fuerzas están actuando hoy con una eficacia considerable para impedir que las elecciones puedan celebrarse: él movimiento zulú Inkatha, que encabeza Buthelezi, y los elementos de la policía y del Ejército que están prestando una ayuda activa a las provocaciones desestabilizadoras del primero y de grupos ultraderechistas blancos. El caso más reciente ha sido la entrada en el centro de Johanesburgo, el pasado 28 de marzo, de una manifestación armada del Inkatha que se transformó en una horrible matanza. Aunque aún no se han establecido las causas concretas de lo ocurrido, son evidentes la! gravísimas responsabilidades de la policía: permitiendo el acceso de los manifestantes a las calles donde el ANC tiene su sede, y asimismo facilitándoles armas para sus asaltos. El resultado de la previsible batalla ha sido de 53 personas muertas y un elevado número de heridos.
Esta manifestación sanguinaria ha servido de pretexto al rey de los zulúes, Goodwill Zwelethini, para posponer la cumbre fijada para el 30 de marzo, en la que debían participar De Klerk, Mandela, el jefe del partido zulú Inkatha, Buthelezi, y el propio rey Zwelethini, con un objetivo fundamental: estudiar y preparar las condiciones para que el territorio zulú participe en las elecciones generales del 26-28 de abril. Pero el plan de Buthelezi es impedir la consulta, y lo ha dicho con estas palabras: "Si no se aplazan las elecciones, entraremos en la lucha final y sin cuartel entre el ANC y la nación zulú".
¿Podrá De Klerk controlar a sus fuerzas militares y de policía para que aseguren la estabilidad indispensable en las elecciones? Es una cuestión que permanece abierta. Ayer su gobierno decidió implantar el estado de excepción en la provincia de Natal, habitada por zulúes para intentar frenar la escalada de violencia. Puede que estas medidas no basten para poner fin al sabotaje de las elecciones. Por su parte, Mandela se esfuerza por crear una actitud más positiva hacia la policía entre la población negra. Recientemente, dijo: "La mayor parte de la policía est á formada por personas honradas. Les necesitamos y nos necesitan".
Queda un mes para las elecciones. Es una carrera contra el reloj. El aplazamiento que pide Buthelezi crearía una situación caótica que probablemente impediría durante mucho tiempo una verdadera consulta. Los que quieren dinamitar el proceso son fuertes y numerosos. Pero hay que frenarlos. Unas elecciones sin barreras raciales serán una novedad histórica para África. El mundo las está esperando. Supondrán un impulso para las sociedades libres y pluralistas en un momento en el que en muchas partes del mundo, en especial en Europa, resurgen las fuerzas del racismo y la segregación, que son un insulto y una amenaza para los valores de nuestra civilización.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.