_
_
_
_

La guerra cotidiana de Hebrón

La desesperación augura duras luchas en la turbulenta ciudad cisjordana

Los pocos palestinos que se aventuraron a salir a las calles de Hebrón durante las dos horas del levantamiento del toque de queda descubrieron rápidamente que, como muchas otras cosas, era imposible ir a ver las casas des truidas durante una batalla campal entre el Ejército israelí y cinco militantes del movimiento islámico Hamás. Soldados israelíes les cerraron el paso hacia el barrio de Tark, en el sector sur de Hebrón. Tuvieron que resignarse a las limitadas ventajas de terrazas vecinas. Exactamente un mes después de la matanza de palestinos que oraban en la mezquita de Abraham, los árabes de Hebrón viven días aciagos. Además acaban de ser testigos de un fuerte combate urbano. El toque de queda sigue en vigor y lo más probable es que dure un buen tiempo, especialmente después de la batalla de 22 horas que, aunque causó pocas bajas -entre ellas, una palestina de 32 años embarazada de cinco meses-, reveló inequívocamente que los palestinos están más que nunca dispuestos a morir peleando contra soldados que no dan tregua.

En árabe, Hebrón es Al Jalil, y los jalilis tienen bien ganada fama de tenacidad y obstinación. Por ése y otros motivos, la batalla de Hebrón presagia un largo periodo de asedio y violencia, por más que se destaquen observadores internacionales o policías palestinos como parte del acuerdo que Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) tratan de alcanzar en El Cairo.

Los poco más de 100.000 palestinos de Hebrón y los 400 colonos judíos de cinco minúsculos asentamientos enclavados desde 1967 en el corazón de la milenaria ciudad árabe van a tener que acostumbrarse a vivir enclaustrados en un mundo de disparos, explosiones y sirenas de ambulancias.

Era precisamente ésa la cacofonía que sacudió durante dos días a Hebrón desde la mañana del martes, cuando un puñado de guerrilleros de Harnás se atrincheró en un edificio de cuatro pisos. Estaban armados de fusiles automáticos, pero rodeados por casi un millar de soldados. Peor: desde hace un año el Ejército israelí recurre a cohetes antitanque para eliminar a sus enemigos, y en la batalla de Hebrón los proyectiles cumplieron con creces. Los guerrilleros que no murieron por heridas de bala perecieron bajo el peso de paredes y techos derruidos por los misiles."Creíamos en la paz", dijo un chaval que me ayudó a entrar a Hebrón la mañana del miércoles. "Pero ¿qué se puede esperar de los israelíes? Primero nos masacran, luego nos castigan con un mes de toque de queda, y ahora, mira, mira, cómo asesinan a nuestros hermanos", dijo apuntando hacia la esquina de Tark.Una nube de humo negro flotaba sobre las ruinas de los tres edificios. Cada 10 minutos, una explosión. Hacia el atardecer aparecieron tractores del Ejército para terminar con la tarea de demolición. Alguien desde una terraza cercana exclamó "¡Alahu akbar!" ("¡Alá es grande!") y el cose extendió por la vecindad. Encerrados en sus casas, los jalilis glorificaban a sus cuatro nuevos mártires. "Esta guerra está comenzando", dijo un joven llamado Zacarías y que dijo ser, como la mayoría de la población de Hebrón, crítico de Yasir Arafat y simpatizante de Hamás. "Vamos a luchar hasta expulsar a los judíos de nuestra ciudad".Hebrón es una pesadilla para los israelíes y ésta se materializa con progresiva intensidad. El pandemónium estalla cada vez que se levanta el toque de queda para permitir que la gente se abastezca de alimentos. Pero, en lugar de ir al mercado, los jalilis van a jugarse la vida tirando piedras a los soldados. Primero son los gases y las granadas de percusión. Luego vienen los balazos y la fuga por callejones obstruidos por barricadas y neumáticos en llamas. El resto de la jornada transcurre en el tedio.Pocos se animan a encender la radio. La censura militar suprimió las noticias de Hebrón durante día y medio. "Nadie ve la televisión", explica una mujer. "Estamos de duelo".Bassem Báder se pasa el día fumando en el balcón de su casa en la vía principal de Hebrón, la calle del Rey Faisal. Beit Hadassa, el principal asentamiento judío de Hebrón, está a 200 metros, fuertemente custodiado por el Ejército israelí y decenas de colonos armados. "No me atrevo a salir ni siquiera a la puerta", dice. "¿Quién me garantiza que uno de esos colonos no me pegue un tiro?", agrega. La respuesta es simple: de momento, nadie. Ayer, los colonos extremistas atacaron a sus convecinos palestinos. Los ecos del incidente resonaron por buena parte de Cisjordania y la franja de Gaza. En total, 26 heridos, según fuentes palestinas.Armados por el Gobierno y escoltados por patrullas del Ejército, los colonos judíos de Hebrón tienen mayor movilidad y mucha más seguridad que los palestinos, y ése es sólo un mínimo detalle que ilustra la flagrante política de doble rasero que aplica Israel. La ley para los israelíes es totalmente diferente que la que se aplica a los palestinos de los territorios ocupados. "Cuando hace más de un año un palestino mató a un policía israelí, los judíos deportaron a 490 palestinos al sur de Líbano. El castigo duró un año. Cuando Baruch Goldstein comete la matanza y los judíos de Hebrón celebran esa monstruosidad, no tenemos ni siquiera el derecho a protestar ante semejante comportamiento", dice Zeidan Nache, uno de los miles de jalilis que se encuentran en paro.¿Cambiarían las cosas en Hebrón si Israel acepta la demanda palestina de desplazar una fuerza multinacional para proteger a los palestinos? La mayoría de la gente piensa que no. "Incluso si estuvieran armados, no podrían hacer nada", se lamenta el mecánico Abu Isam, padre de cuatro hijos, dos de ellos en la cárcel desde hace tres meses por tirar piedras a los soldados. "¿Acaso las fuerzas de las Naciones Unidas en Líbano han conseguido parar los bombardeos contra las aldeas libanesas? ¿No han sido soldados de la ONU los que han matado a tanta gente en Somalia? ¿De qué sirve la bandera de la ONU o la insignia de la Cruz Roja si los soldados van a seguir matando a nuestros jóvenes o transformando nuestro hospital en trinchera para atacar y acabar con cuatro palestinos?".

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_