Sardinas en el funicular
Soy monitor de un grupo de niños de 12 años en una parroquia de Madrid. El pasado sábado 26 de febrero decidí acudir con ellos a la sierra, y más concretamente al puerto de los Cotos. Tras un día de diversión y de contacto con la naturaleza decidimos regresar a Madrid, tomando para ello el funicular, tren cremallera que asciende desde la localidad de Cercedilla hasta el puerto anteriormente citado. Eran las 16.25 y, de acuerdo con los horarios (un tren de subida y otro de bajada cada hora en fines de semana), el tren debía salir a las 16.46.En el momento de llegada a la estación, el convoy se encontraba completamente abarrotado, y lo cierto es que tanto los niños (10 en total) como yo mismo tuvimos que hacer un esfuerzo muy considerable para lograr acomodarnos en el interior de uno de los cuatro vagones.
Hasta la hora de salida nadie más pudo entrar en él. Y es más, durante la bajada, el tren se detuvo en tres estaciones y en ninguna de ellas hubo posibilidad de acceso al vagón, tal era el nivel de ocupación.
El funicular es un tren que por la orografia por la que discurre (curvas constantes, bajada o subida permanente ... ) resulta bastante incómodo cuando en él se viaja de pie, y más si te encuentras en una situación de sardinas enlatadas. Pero éste, más que un viaje incómodo, fue peligroso: aplastamientos, caídas y algún que otro golpe contra las ventanillas.
Realmente, en algunos momentos sentí miedo. ¿Hasta cuándo Renfe va a seguir prestando un servicio tan insuficiente? ¿Será necesario que ocurra algún accidente grave para que la compañía cambie su política para este tren del ocio? ¿Es éste el país desarrollado, respetuoso con la naturaleza y favorecedor de los transportes ecológicos que queremos?
Por mi parte, creo que con la actual postura de Renfe lo único que se favorece es que la sierra se degrade aún más, como consecuencia del aluvión de vehículos privados que acude todos los fines de semana a la misma. Cada vez se parecerá más a la Gran Vía.- .
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