La irresistible magia de Carlos Kleiber
El director de orquesta vuelve a los escenarios después de nueve años
Entre el sueño y la realidad, entre la inquietud y el deseo, se ha vivido el esperado regreso, tras nueve anos de ausencia desde una Boheme con Freni y Pavarotti, de Carlos Kleiber a la ópera de Viena, con El caballero de la rosa (1911) de Richard Strauss. Nada más profundamente vienés que esta comedia lírica llena de melancolía, ligereza, y decadencia. Nada más arrebatador que una combinación Filarmónica de Viena-Kleiber para extraer la delicadeza, vitalidad y nostalgia que la partitura de Strauss posee. La emoción volvió a la ópera en una representación grabada en alta definición para televisión.Erich Kleiber, padre de Carlos, ya nos había dejado una grabación modélica de El caballero de la rosa. Nunca se sabe hasta que punto han existido correspondencias afectivas entre el padre y el hijo a la hora de escoger sus respectivos repertorios: en algunos casos coinciden (Wozzeck, El cazador furtivo...); en otros no. De lo que no hay duda es que la conducta del padre en los planos moral, político y musical, ha ejercido una marcada influencia en Carlos Kleiber.
A sus 63 años, Carlos Kleiber es un solitario. No vinculado de forma estable a ningún teatro ni festival, sus escasísimas apariciones en público para dirigir una ópera están selladas con el signo del acontecimiento. El número de títulos que frecuenta es muy limitado, las grabaciones discográficas habas contadas. La independencia y un exacerbado perfeccionismo están por encima de cualquier tipo de valores para el director nacido en Berlín.
Se dice que Kleiber es caprichoso, que cobra más que nadie, que es superexigente en las condiciones de trabajo. Es posible. Las razones últimas del comportamiento de Kleiber son tan personales como respetables. Lo que sí es un hecho comprobable es la riqueza, rigor, fantasía y profundidad con que plantea sus trabajos. Asistí a la representación de El caballero de la rosa el pasado viernes y me quedé totalmente deslumbrado. La partitura está atiborrada de anotaciones, alterna dos batutas de diferente longitud, la variedad de sus recursos técnicos es inmensa. Pero, sobre todo, mantiene una comunicación con los cantantes y los instrumentistas de la orquesta que constituye por sí mismo un auténtico espectáculo. En ese sentido, el intercambio de miradas con Felicity Lott fue revelador de la magistral interpretación de la soprano en el difícil papel de La Mariscala.
No participa Carlos Kleiber de los protagonismos desmesurados de algunos directores de escena. Para él lo fundamental es la música. La puesta en escena de Otto Schenk para El caballero de la rosa no distrae lo más mínimo v sirve eficazmente la ambientación de la época de María Teresa. Es diferente de la de 1799 diseñada para Múnich y disponible en láser-disc, pero mantiene el mismo espíritu.
La brillantez orquestal y la exquisitez tímbrica nunca perturbaron el excelente trabajo de un formidable grupo de cantantes encabezados por Felicity Lott, Kurt Moll, Barbara Bonney y Anne Sofie von Otter.
A contracorriente de todos los mecanismos normales existentes en la actualidad en el mundo de la ópera, la presencia de Carlos Kleiber supone un auténtico vendaval de aire fresco por la imaginación, arrebato lírico y energía interna con que aborda una y otra vez Otello, La Boheme, La Traviata, El cazador furtivo, Tristán e Isolda y especialmente El caballero de la rosa, su ópera-fetiche, triunfadora bajo su dirección durante los últimos 20 años en algunos de los teatros más importantes del mundo.
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