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El G-7 aboga por un crecimiento estable y más flexibilidad laboral para combatir el paro

Los ministros del Grupo de los Siete (G-7) fueron incapaces de elaborar un plan de medidas concretas contra el paro, aunque coincidieron en la gravedad de un problema que afecta a 30 millones de personas en esos países y en convertirlo en la prioridad de la cumbre que se celebrará este verano en Nápoles. Sólo hubo acuerdo en los principios que hay que fomentar: libre comercio, flexibilización del mercado laboral, mantenimiento de un entorno libre de amenazas inflacionarias e inversión en formación profesional y en la creación de pequeñas y medianas empresas.

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El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Lloyd Bentsen, destacó que, aunque no se hubieran acordado soluciones precisas contra el paro, esta reunión, a diferencia de otras anteriores, había tenido el mérito de afrontar "los tremendos cambios" que afectan a las economías desarrolladas, su impacto en la población y los retos que el futuro presenta.Bentsen destacó que la obligación de los gobernantes es ofrecer esperanza a los ciudadanos para vencer los miedos que los desafíos económicos provocan. "Necesitarnos extraer el máximo de los cambios que están ocurriendo. Por eso es crucial que preparemos nuestras economías, y sobre todo a nuestros ciudadanos, para los retos que nos esperan en el próximo siglo", afirmó Bentsen en una declaración que recoge las conclusiones de los dos días de reuniones en Detroit. Los asistentes habían previamente decidido no emitir un comunicado final conjunto.

Bentsen, que compareció ante los periodistas al final de la conferencia acompañado de los otros 23 ministros de Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Canadá, así como representantes de la Unión Europea, dijo que se ha dado "un importante primer paso, un franco intercambio de ideas" para avanzar en la coordinación de políticas contra el desempleo.

Las líneas maestras están, pues, esbozadas. Y eso puede ser mucho si se tiene en cuenta que ésta es la primera vez que el G-7 no sólo debate cuestiones financieras sino que desciende a asuntos como el desempleo que afectan a los ciudadanos de a pie. Pero es poco -y sobre todo poco original- si se consideran las expectativas creadas.

Los delegados norteamericanos cerraron ayer la conferencia con calificativos de "histórica", "decisiva" y otros similares, acordes con su voluntad de promover su modelo de crecimiento económico en Europa y Japón, pero no necesariamente compartidos por esos otros dos bloques.

Paradójicamente, los representantes europeos, que son los que más sufren el problema del desempleo en sus países (la tasa de paro comunitaria asciende ya al 11%), son los que más reacios se han mostrado a aceptar medidas a iniciativa de EE UU.

El ministro francés de Economía, Edmond Alphandéry, advirtió ayer que "no existen recetas mágicas" para acabar con el paro. Alemania, cuyo ministro de Trabajo advirtió que se perderán tres millones de trabajos poco remunerados en los próximos ocho años, se ha opuesto a la propuesta norteamericana de crear una comisión permanente en el seno del G-7 para buscar soluciones al desempleo.

Las ideas sobre las que los ministros de Economía, Hacienda y Trabajo del G-7 se pusieron de acuerdo tras dos días de reuniones en esta ciudad, símbolo mundial de la amenaza del paro, son poco más que principios generales que será necesario desarrollar después. En lo que sí coincidieron plenamente los representantes es en las recetas que no se deben tomar para luchar contra el desempleo. Los ministros no creen conveniente imponer barreras comerciales para proteger el empleo, ni reducir la semana laboral para un mejor reparto del trabajo, ni tampoco resistirse a la introducción de nuevas tecnologías.

Moderado optimismo

Los siete países más ricos debatieron también el problema de la calidad de los empleos que se crean, más acuciante en Estados Unidos. El modelo norteamericano, según reconoció el propio presidente Clinton, ha tenido gran éxito en cuanto al número de empleos creados -38 millones en los últimos 20 años-, pero los salarios de los trabajadores prácticamente no han ascendido. En Europa, los salarios han subido pero el número de puestos de trabajo creados no supera los ocho millones en ese mismo periodo de tiempo.Los ministros europeos, salvo los británicos, se resisten a trasladar el modelo estadounidense a sus países, y creen que la flexibilidad de los mercados laborales debe ser compatible con la seguridad y la alta remuneración de los empleos.

La reunión concluyó en un clima de moderado optimismo, más por las perspectivas generales de la economía mundial -"lo peor de la crisis ha pasado", coincidieron todos- que por las decisiones concretas tomadas en Detroit.

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