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FALLAS DE VALENCIA

Una faena con la izquierda

Hubo una faena con la mano izquierda. Gran novedad es esa. Una faena con la mano izquierda enterita hubo, instrumentada con la izquierda de principio a fin por Ángel de la Rosa para la insistente ejecución del pase natural, que es suerte básica del toreo. Y si necesario era trastear para que el enemigo cornudo humillara o mudase terrenos, Ángel de la Rosa empleaba la mano izquierda también. Fue una faena que deberá figurar en los anales de la tauromaquia, porque los toreros de la época torean todos con la mano derecha, y si por una de aquellas casualidades de la vida al toro le repugna tomar los derechazos, esos toreros derechacistas ya no saben qué hacer y se quedan perplejos.El público no es que tomara muy en consideración el mérito de interpretar una faena enterita con la mano izquierda. A la mayoría del público, le quitan el gusto de ver cómo le cortan una oreja al toro, y el resto le trae absolutamente sin cuidado. Aparte de que el toreo con la izquierda ya es muy difícil de comprender por falta de costumbre. Los vicios y los latiguillos de los toreros modernos han conformado una tauromaquia que se da por válida, y cuanto no se acomode a ella queda bajo sospecha.

Atanasio / Mora, Sánchez, Rosa

Cuatro toros de Atanasio Fernández, mansones y de feo estilo, excepto 4º y 5º, manejables y además inválidos. 1º y 2º de Aguirre Fernández Cobaleda, broncos. Todos bien presentados.Juan Mora: pinchazo bajo -aviso- y estocada corta baja (silencio); pinchazo y estocada ladeada (oreja). Manolo Sánchez: aviso antes de entrar a matar, dos pinchazos muy bajos y bajonazo escandaloso (palmas); estocada corta baja tirando la muleta y rueda de peones (petición y vuelta). Angel de la Rosa: pinchazo y bajonazo descarado (palmas); estocada tirando la muleta (ovación). Plaza de Valencia, 15 de marzo. Quinta corrida de Fallas. Dos tercios de entrada.

Norma es ya, para el público -y para la torería toda- que el diestro lidiador se quede a la derecha del caballo durante la suerte de varas, tal cual hicieron Manolo Sánchez y Ángel de la Rosa, mientras los otros espadas y la cuadrilla permanecen apelotonadaos a la siniestra, que es su sitio. La filosofía de la innovación es esta: aquí su excelencia, allí la plebe. Norma es que los picadores acorralen al toro contra las tablas para meterle hierro en el espinazo trasero sometiéndolo a carnicera tortura y este fue el proceder de los que dan servicio al último diestro mencionado. Norma que los matadores maten de espantoso bajonazo, al estilo de Juan Mora y Manolo Sánchez ayer. Norma que las faenas de muleta consistan en ponerse a pegarle derechazos a un toro hasta dejarlo entre turulato y molido, y de ello ofreció acabada muestra el coletudo Sánchez.

Vicios y corruptelas

El público se ha acostumbrado ya a estos vicios y corruptelas, de manera que si un día el lidiador corre a colocarse a la izquierda del picador durante la suerte de varas, y el picador la ejecuta por derecho picando en todo lo alto, y los matadores torean al natural y luego matan hundiendo la espada hasta la bola por el hoyo de las agujas, es probable que se arme un dos de mayo. A lo mejor, hasta queman la plaza.La faena izquierdosa de Ángel de la Rosa tenía su busilis: el toro devenía bronco por el pitón derecho y cuando el torero intentaba el pase de pecho, respondía con un hachazo que a punto estaba de desbaratarle la hombrera. No se amilanó por ello el artífice del natural, y continuaba intentando torear con ejemplar pundonor y generosa entrega. Tuvo mala suerte Ángel de la Rosa, en realidad, pues su otro toro, corpudo y bronco, sacó mansedumbre y apenas iniciada la faena de muleta renunció a embestir y se escapó a las tablas.

A los restantes espadas les correspondió mejor fortuna pues el toro malo que les salió en primer lugar se compensó con otro de manejabilidad manifiesta. El malo de Juan Mora, que abrió plaza, sacó genio, y el diestro lo trasteó movido y violento. Al bueno le instrumentó una faena bien construída, variada en lo que cabe, ceñida y artística. Juan Mora cargó la suerte, imprimió hondura a los pases en redondo, flamenquería y clasicismo a los naturales, y el conjunto resultó de una torería evidente.

Manolo Sánchez consintió y obligó al toro malo, hasta obligarlo a embestir. Construyó así otra de las faenas meritorias en esta extraña tarde fallera de muchos altibajos e inesperados contrasentidos, que tampoco valoró el público. Con el quinto la emprendió a derechazos, y entonces el público se puso a aplaudir, a corear olés, a demandar música. Manolo Sánchez estuvo pegando derechazos ruedo a través, de forma que empezó en una barrera y acabó en las antípodas. Al llegar allá el toro mugió ¡basta!, y se aculó en las tablas. Concertó entonces Manolo Sánchez torearlo al natural, pero el toro no quería naturales ni artificiales. Al toro le dolía el costado derecho y únicamente pedía al dios Tauro que su religión venera, un merecido descanso; eso, o la muerte digna. Y murió. No muy dignamente, pero murió, al fin.

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