El voto del confesionario en Italia
La Iglesia ignora cuál va ser el destino del sufragio de los católicos
Esta vez no habrá en Italia el llamado voto del confesionario, como en los tiempos gloriosos en los que la Democracia Cristiana (DC) dominaba la escena política y cubría de oro a obispos y párrocos para que lanzaran las campanas a rebato pidiendo el voto católico. Porque, como dice a EL PAÍS el teólogo y diputado europeo Gianni Baget-Bozzo, la Iglesia ha sido derrotada históricamente al haberse quedado huérfana de su partido que se ha desmoronado bajo los escombros de la corrupción".Por eso, la decisión del papa Wojtyla de celebrar una misa sobre la tumba de san Pedro rodeado de altas jerarquías eclesiásticas "para rezar por los problemas de Italia", se convierte en "un gesto desesperado e inútil", a juicio de Alceste Santini, escritor, periodista y uno de los observadores vaticanos más agudos. Santini subraya que "en estas elecciones, y por primera vez, los católicos votarán sin problemas de conciencia en cualquiera de los partidos políticos". De hecho, en estas elecciones italianas, primeras bajo la nueva ley electoral, todas las formaciones alardean de presentar en sus listas a personajes católicos. Es el caso, en Roma, de la Alianza Nacional, el ex partido fascista del Movimiento Social Italiano, que presenta al ingeniero Gaetano Rebecchini, conocido cristiano.
Hasta Silvio Berlusconi -quien, al parecer, ha intentado sin éxito ser recibido estos días en audiencia por el papa Wojtyla- ha hecho saber que también él tiene una tía monja, sor Silvana, y que piensa visitar todas las parroquias de su distrito electoral. ¿Cómo votarán, pues, esta vez los católicos? El destino de los aproximadamente cinco millones de electores no lo saben ni los mismos obispos, quienes están haciendo un gran esfuerzo por conseguir que un puñado de votos vayan al partido que recoge los despojos de la vieja Democracia Cristiana, el Partido Popular de Mino Martinazzoli, una de las figuras más honradas de la antigua DC pero por el que vota, según los sondeos, "el electorado más anciano del país". La Iglesia, en realidad, no quiere que gane ni la izquierda ni la derecha, sobre todo la de Berlusconi a la que consideran demasiado laica y frívola. Lo que querrían los obispos y el Vaticano es que el centro de Martinazzoli y Mario Segni obtenga un buen resultado para poder condicionar el futuro Gobierno.
Lo cierto es que la misma Conferencia Episcopal está dividida. Ha habido cardenales influyentes como el de Milán, el jesuita Carlo María Martini, y el de Florencia, Piovanelli, ambos candidatos a la sucesión del papa Wojtyla, que han dado a entender que quizá sea positivo el que la Iglesia se haya liberado del peso de un partido suyo, sobre todo tan desprestigiado, y que lo importante es que el católico, en el partido en que milite según su libertad de conciencia, "defienda los valores esenciales de su fe".
Por otra parte, en los ambientes religiosos de Roma se percibe una especie de pudor y vergüenza en apoyar incluso a lo que queda de la vieja DC, porque no pueden olvidar que, en la actualidad, sus dirigentes más señalados, los que la Iglesia alentó constantemente, o están en la cárcel, a la espera de ser procesados o arrinconados, como el divino Giulio Andreotti.
En esta ocasión, el Vaticano no puede levantar demasiado la voz, ya que la corrupción italiana no sólo ha salpicado al llamado bainco del Papa (IOR), a través del cual Raúl Gardini, el magnate del grupo Ferruzzi que optó por el suicidio, había hecho llegar a Suiza el dinero negro para pagar a los políticos, sino que ha manchado a la familia del actual secretario de Estado Vaticano y brazo derecho del Papa, Angelo Sodano, cuyo hermano, un ingeniero democristiano, ha sido encarcelado acusado de corrupción.
La impresión que existe es que una buena parte de los católicos, los más abiertos, votarán por la opción progresista. Concretamente, en Sicilia parece que votarán a la antimafiosa Rete, de Leoluca Orlando. Y lo harán sobre todo los jóvenes, que son los que en estos últimos años han salido a la calle a manifestarse contra la Mafia.
Por el contrario, los católicos más conservadores darán su voto a la opción de Berlusconi, Umberto Bossi y Gianfranco Fini. En el sur, las preferencias irán al partido de Fin¡, el ex fascista; en el centro, más bien a la antigua DC de Martinazzoli y Segni, y en el norte, a la Liga de Bossi. Aunque Berlusconi podría también recibir votos católicos, sobre todo de los jóvenes anhelantes de obtener un puesto de trabajo, que es lo que antes les prometía siempre la Democracia Cristiana.
Se lo prometía y se lo daba, aunque a cargo del erario público, que así se ha inflado hasta el infinito. Que una parte de la Iglesia no le hace ascos a la derecha lo demuestra el hecho sintomático de que el hasta ayer poderoso cardenal Silvio Oddi, ex prefecto de la Congregación para el Clero, no ha tenido recato en decir que a él no le crea escrúpulos votar por Berlusconi o por Fin¡. Y cuando días atrás Berlusconi se encontró con la rancia aristocracia negra romana, allí estaba feliz y sonriente, a su lado, el cardenal Oddi.
Y es que los católicos más tradicionalistas, que huyen de todo lo que pueda oler a izquierda, no se fían siquiera del nuevo Partido Popular de Martinazzoli porque piensan que la antigua Democracia Cristiana, una vez rota y tras haber perdido su ala más derechista, podría acabar pactando con el izquierdista Achille Occhetto, consumando así el viejo sueño del compromiso histórico que tanto habían acariciado los comunistas cristianos y los católicos de cultura marxista.
Un sondeo significativo revela las dificultades para que se cumpla el deseo de la Iglesia de que los católicos mantengan la unidad del voto. Según los datos facilitados por la revista 30 Giorni, dirigida nada menos que por Giulio Andreotti, señala que sólo el 15% de los votantes católicos están dispuestos a seguir las indicaciones del Papa dividiendo incluso su voto entre los partidos del centro y la derecha. Se puede, pues, dar por finalizada la unidad política de los creyentes católicos pese a los esfuerzos del papa Wojtyla por evitarlo. A ello hay que añadir el que sólo un 18% de los encuestados opina que la Iglesia debe actuar en política. El 64% piensa, por el contrario, que debería desentenderse de esos asuntos.
Según el analista religioso del diario Il Manifesto, Filippo Gentilone, el drama de estas elecciones es que, al revés de lo que ocurrió en el pasado, cuando la mayor parte de las fuerzas democráticas se unieron en un mismo ideal de libertad contra el fascismo, "falta un verdadero ideal ético" capaz de aglutinar a las mejores fuerzas del país para acabar con el cáncer de la prostitución de una parte de la política, que a su vez ha arrastrado a no poca gente a una condena indiscriminada de los partidos como puros sujetos de corrupción, abriendo un camino peligroso hacia nuevas dictaduras.
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