Un partido meridional y obrero
El socialismo español sigue descansando sobre los sectores más humildes de la sociedad
El Partido Socialista Obrero Español cada vez mira más al sur. Ahí están sus graneros de votos -Andalucía, Extremadura, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha- y su vivero de afiliados. Partido de masas, aunque no tantas en proporción al número de votos que recibe, ha triplicado su afiliación entre 1981 y 1993, la década larga de hegemonía socialista en la política española. Los cambios registrados en ese periodo -reconversión industrial, extensión de la asistencia social, crecimiento y recesión económica, crisis política- también han dejado huella entre sus filas. Hoy es un partido con más mujeres, más gente mayor, pero sigue siendo un partido en el que los trabajadores son la inmensa mayoría y con un votante con un perfil social de extracción aún más humilde. Pero el PSOE es también un partido de poder, ya que, por voluntad popular, controla miles de cargos públicos, lo que indudablemente ha tenido su influencia, no siempre beneficiosa, sobre la militancia.Los 22.900 concejales, 3.190 alcaldes, 23 presidentes de diputaciones, 496 parlamentarios autonómicos, 8 presidentes de comunidades donde gobierna en solitario -en Euskadi lo hace en coalición-, además del Gobierno central y los principales grupos del Congreso de los Diputados y el Senado, más todos los cargos que sus elegidos han llenado con gente de su confianza en las administraciones locales, autonómicas y central, forman un impresionante bloque de poder político y administrativo que se ha nutrido básicamente de militantes socialistas. Los 97.320 afiliados que tenía el PSOE en 1981 han pasado a ser 349.626 según el censo de 1993, organizados en 4.729 agrupaciones que cubren toda España.
Mayoría obrera
Aunque es habitual que se discuta entre simpatizantes y adversarios si el partido merece llevar en sus siglas la O de obrero, el militante medio y su votante tipo -según la caracterización sociológica que recoge en su libro HIstoria ilustrada del socialismo español, José María Tezanos, sociólogo y dirigente del partido- es un obrero especializado. Pero si la base de militantes está poblada de asalariados sin grandes cualificaciones profesionales, de edades comprendidas entre los y 60 años, entre los cuadros medios, y sobre todo entre cargos públicos, dominan los funcionarios, mayoritariamente docentes, que tienen un peso nada despreciable en el partido.
El partido que se ha manteni-do establemente obrero en estosúltimos 12 años se ha hecho mássensible a las ideas religiosas. Se gún la cifras recogidas por Tezanos, el 39% de los militantes afirmaba en 1980 tener ideas religiosas, proporción que se ha elevado a un 56% en 1993. Entre ellos, un 14,1% afirma ser católico practicante, aunque la mayoría es católico sociológico, como el grueso de la sociedad española. Entre los votantes esta proporción es mucho mayor, ya que el 33,6% se declara practicante y el 54,3% no practicante. Un 6,9% afirma no tener ideas religiosas.
La mujer también ha adquirido un peso creciente entre la militancia y es mayoría en el voto socialista. Mientras en 1980 sólo el 9% de los afiliados eran mujeres, en 1993 eran ya el 23%, cerca de la famosa cuota del 25% que el partido socialista introdujo en la política española. En las últimas elecciones generales de junio pasado, el 51,8% de los votos socialistas procedían de mujeres y el 48,2% de hombres. Una proporción bien distinta a la que existía en 1977, cuando el 57,8% del voto era masculino y el 42,2% femenino. El voto que va a los socialistas también refleja la situación por la que atraviesa el país. En 1993, el 50,8% del voto era de amas de casa y no activos, el 20,2% de obreros especializados, y el 13,3% de oficinistas, vendedores, técnicos y profesionales, lo que refleja los problemas y cambios que registra la sociedad española.
La evolución territorial de la afiliación socialista también es clara. Ha crecido en las zonas más pobres del país, de fuerte presencia agrícola, mientras retrocede en los núcleos urbanos, sobre todo en las capitales de provincia. Andalucía sigue siendo la región que más afiliados aporta, un 26,2% del total, seguida de la Comunidad Valenciana, que reúne al 14,2% de los militantes. Pero mientras en el caso de Andalucía existe una tendencia a aumentar su peso en el conjunto del partido, al igual que Aragón o Canarias, la Comunidad Valenciana registra un pequeño declive. En los últimos diez años también han perdido peso numérico en el conjunto del partido las federaciones de Asturias, Euskadi, Cataluña o Madrid, donde el crecimiento de militantes ha sido menor que en el resto.
Los cimientos de la base
A la agrupación de Ciudad Lineal, un distrito popular situado en el norte de Madrid con barrios menesterales y urbanizaciones de clase media alta, no ha llegado el dinero de Filesa. Lo comenta, sarcástico, un veterano militante que acude habitualmente al local, un bajo destartalado por el que pagan más de 150.000 pesetas mensuales de alquiler. Todo está cubierto por las cuotas de afiliados.El secretario general de esta agrupación es Vivente Mingo, de sólo 31 años pero ya un curtido militante. Delegado de curso en el instituto, entró en las Juventudes Socialistas y no ha trabajado más que en política. En Ferraz, sede de la dirección; con el Grupo Socialista Europeo; en las oficinas electorales del partido, y ahora en la Comunidad de Madrid, con contrato, donde se ha visto laboralmente en apuros por su actitud crítica respecto a la mayoría del partido.
Este soltero que vive con sus padres es portavoz de una corriente madrileña -los renovadores por la base-, que pide más renovación a Joaquín Leguina, renovador donde los haya. De Mingo lamenta que la juventud esté alejada del PSOE -por la agrupación asoman pocos- y que la preocupación principal de los afiliados sean las elecciones internas del partido. Hay poco debate ideológico, salvo el que plantean alguna vez algunos compañeros que proceden del Partido Comunista.
Las huelgas generales, la polémica por la reforma laboral y la crisis económica tienen su repercusión en la agrupación, pero de una forma sorda, sin estridencias. Los conflictos, el desgaste del poder, van limando la ilusión, gastando la esperanza, y eso repercute en el trabajo voluntario, imprescindible cuando llegan las elecciones y hay que organizar mítines, pegar carteles o buscar compromisarios para las mesas electorales. El malestar de la base, asegura De Mingo, acabará por salir a la superficie.
Las agrupaciones, despreciadas por algunos como un remedo del hogar del jubilado, siguen siendo un elemento esencial en la estructura de poder en el PSOE. Ahí se trenza la cuerda por la que se escala al poder. La agrupación tiene especial relevancia en el sistema electoral interno del partido. Lo saben bien los militantes veteranos, que luchan por su control.
Las agrupaciones más importantes de cada provincia son la llave que abre la puerta de las ejecutivas regionales. Por añadidura, en las regiones gobernadas por el partido, el poder de la Administración descansa, en último término, en la estabilidad de estas modestas agrupaciones, verdaderos cimientos que, cuando se mueven por las luchas partidarias, hacen temblar todo el edificio político.
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