Laminado en frío
Joan Lerma no se sienta solo en el sofá de su despacho de presidente de la Generalitat valenciana: lo hace acompañado por su eterna, infinita desconfianza. De hecho, se tiene la percepción de que el recelo que emana de su persona se puede cortar como un queso de bola. Cuando habla, su rostro apenas muestra movilidad, aunque se estruja las manos y balancea los pies. Dicen que no le gustan las entrevistas, pero él afirma que depende del interlocutor, como en todo. Al escuchar la cinta descubro que su voz es juvenil -casi jovial- y que posee cierto sentido del humor, o quizás se trata sólo del resultado de su sentimiento de autoestima y de displicencia hacia los demás. También que se siente más cómodo cuando habla de política que cuando lo hace de sí mismo. Él sabe que yo sé: conoce las acusaciones que sus críticos vienen haciéndole, de mediocridad intelectual, grisura personal, maquiavelismo político. Sabe que le llaman corcho, esfinge, estaquirot -pasmarote- y también que quien ríe el último ríe mejor, y eso es lo que él viene haciendo.Resulta casi modesto en sus explicaciones durante la entrevista; pero es una modestia que utiliza para camuflar la tremenda satisfacción que en este momento le produce saber que la suya es la segunda federación del PSOE en importancia -después de Andalucía-, y que va a ir al congreso con 106 delegados aparentemente unidos como un solo hombre. Paradójicamente, cuanto más débil está el PSOE, más fuerza parece esgrimir él.
Aunque afirma que no tiene tiempo para cuidar del partido hasta los más remotos rincones de la comunidad, se dice de Lerma que, si trabaja 12 horas al día como cargo público, hay que descontarle las tres o cuatro que dedica a telefonear a los pueblos para interesarse por si fulanito de tal o menganito de cual es de los nuestros o no. Parece que los 11 años que lleva en el poder -sigue siendo el jefe de Gobierno autónomo más joven de España, a sus 42 años- le han servido para consolidar su máximo objetivo: seguir mandando.
Cuentan que, en cierta ocasión, recibió al representante de una delegación del PSOE que se hallaba dividida entre dos líderes -nada que ver en aquel tiempo, todavía, con el enfrentamiento entre guerristas y renovadores- y que lo primero que le dijo al estrecharle la mano, antes de saludarle, fue: "Dos no pueden mandar nunca. Sólo debe hacerlo uno, de lo contrario no funciona".
La frase no es literal, pero el sentido sí: el sentido de un hombre que no ha permitido cismas y que ha cortado las rosas. que destacaban en el parterre. De modo que, en el. partido -que parece cuidar más que la Generalitat, aunque él lo niega- sólo domina él. Su mano firme y su capacidad de maniobra son ampliamente admiradas por otros barones del PSOE, incluidos los líderes que aparecen en esta galería. Algunos le llaman, admirativamente, fenicio, por lo calculador: supongo que también él lo considera una virtud.
Uno de los comentarios más ingeniosos, y posiblemente acertados, que se hacen sobre Lerma es que tiene las constantes vitales muy bajas: lo cual le permitirá durar mucho en política. Por el contrario, los enemigos que ha ido dejando por el camino resultaban mucho más burbujeantes, y la brillantez les perdió. Con todo, dicen que se limita a la crueldad indispensable: al final, acaba recuperando -en un lugar neutralizado, casi simbólico- a aquéllos a quienes defenestró. Y uno se pregunta si no será ésta la peor crueldad de todas.
Nacido en Grao, en la parte del Cabañal, de familia media tirando a baja, se le recuerda tomando notas, sin hablar, pero tomando muchas notas, en las reuniones políticas. Y vestido de oscuro. Su procedencia política es el trotskismo,- aunque un par de años antes de la muerte de Franco se domesticó y se dedicó a la reconstrucción del PSOE, del que, en Valencia, tradicionalmente anarquista, no había ni rastro, y que actualmente es heredero del blasquismo, el populismo a lo Blasco Ibáñez. Experto en el manejo a su favor de la democracia interna del partido, ajeno a clanes aunque ha sido guerrista cuando convenía y ahora ya no lo es -o ha sido siempre del mando-, Lerma parece un navegante solitario haciendo avanzar su barca aprovechando los vientos, y que saborea a solas su triunfo.
Personaje ambivalente
Tiene otra ventaja. En una sociedad ambigua como la valenciana, en donde siempre flota el fantasma de lo que se quiere ser y no se es y en donde tampoco se puede ser otra cosa -y Cataluña siempre como inevitable punto de referencia, o de amor, o de odio-, Lerma resulta representativo. Y puede que le voten por eso, o porque la alternativa es una derecha bastante lamentable.
A las acusaciones de que carece de proyecto político, responde que "después de 11 años, la gente se habría dado cuenta. Algún proyecto debo tener". Y aquí viene un larga y espesa explicación sobre la modernización de la pequeña y hasta microempresa -260 mil pequeños empresarios en toda la Comunidad Valenciana-, la implantación de tecnología punta, la capacitación del tejido productivo para una competitividad que permita mantener y aumentar las exportaciones -Valencia vive de cara al exterior-, así como una disquisición acerca de la particular forma que ha revestido la crisis en estaregión -mayor incidencia de la crisis internacional en la economía valenciana, posibilidad de que se recupere antes que el resto de España, por las mismas razones-, y sólo cuando hablamos del tema de la cultura -de las acusaciones que se le hacen de falta de interés por la misma- suelta un par de je,jés para subrayar: "No sé si puedo apoyar toda la cultura, yo creo que el proyecto cultural es un componente muy importante del futuro de esta sociedad, y en este sentido, aunque no estoy en todos los sitios donde me gustaría estar, desde luego sí que procuro apoyar todas las iniciativas, lo que no quiere decir que mi concepción de cultura sea de escaparate, creo que hay mucha gente que piensa que por ir a un concierto tiene preocupación por la cultura, y esas cosas normalmente no me da demasiado tiempo de hacerlas, no quiero decir que no iría encantado, eso sí, procuro apoyar las iniciativas culturales de los demás, y fomentar la difusión de la cultura, porque de verdad, independientemente de las definiciones altisonantes, yo creo que la cultura es el instrumento político más importante que podemos dar".
Si han conseguido llegar hasta aquí comprenderán más o menos al personaje.
Su gran pasión, el detalle humano que todos le reconocen, es su amor por el mar y por la navegación. Su barca, la Samarna, le sirve para relajarse, concentrarse y quizás, maquinar, y hay quien dice también que la usa como laboratorio para poner a prueba a aquéllos a quienes invita, aunque en cierta ocasión fue él mismo quien se perdió en alta mar y tuvieron que movilizar a la Comandancia de Marina para localizarle.
La mar, que es agradecida con sus hijos, le proporciona un tinte bronceado que suaviza su aspecto vigilante. Augúrenle un excelente porvenir. Los tiempos, y su propia capacidad de maniobrabilidad, le favorecen.
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