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Tribuna
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Canallas

Las ciudades existen gracias a sus canallas. Ellos son los que hacen emocionante y viva la ciudad. Los buenos, no sólo no tienen historia, sino que tienen santoral, lo cual es mucho más aburrido y menos envidiado. ¿Acaso hay alguien que quiera pasar a la historia por la hagiografia?Londres no sería la misma sin Jack el Destripador, Florencia no hubiera conocido la des mesura artística del Renacimiento sin los malvados Borgia, París está plagada de sádicos y asesinos a lo largo de su historia y su estético encanallamiento en nuestro siglo ha dado las canciones de la Piaf, la voz de la Greco cantando aquello de Paris canaille, o los relatos de Genet. Roma construye su leyenda sobre canallas en el circo, entre liras y llamas, o en los sótanos vaticanos. Praga tiene su Golem, Berlín fue capaz de la belleza canalla de la voz de la Dietrich entre las verdaderas flores del mal de su tiempo. Viena está unida a la iconografía del muy infame tercer hombre. Las más importantes ciudades rusas tenían sus terribles zares o su Rasputín. Borges, desde Buenos Aires, escribió su universal historia de la infamia, y ¿acaso podemos entender el tango sin la canalla de sus orilleros? Estados Unidos construye su leyenda con canallas. Y así podemos seguir por las bandas asesinas de las ciudades árabes, por el México de la muerte en cualquier esquina, por el Oriente refinado en sus bandas... Todas las ciudades tienen su canalla, si no, están condenadas al aburrimiento y a la invención del reloj de cuco, como Ginebra.

¿Y Madrid? Pues regular, tirando a mediocre, por lo menos desde hace casi tres siglos, desde el final del Madrid barroco, jugador, pendenciero y canalla. Hasta el propio sheriff de la ciudad más sucia de Occidente, el tal Monzón de cuyo pasado no quiero acordarme, lo ha tenido que reconocer: en Madrid se mata mal y poco. Una birria en canallas de altura; muchos de baja estofa, mucho tironero y mucho cutre en canallismo.

¡Menos mal que me reconforta Raúl del Pozo! Por fin Madrid, por la vía literaria, recupera algo que no debe faltar en toda ciudad que pretenda ser competitiva: unos canallas como manda el diablo, nuestro ángel caído.

Uno de mis últimos placeres encanallados ha sido la novela de Raúl sobre los tahúres, burlangas, levantamuertos, criminales, traidores y otras gentes del mal vivir. Madrid debe recuperar su buen nombre. Con el mundo literario de Raúl recuperamos nuestra infamia. Que el azar te sea favorable, canalla.

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