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Entrevista:

"¡Por Dios que conmigo lo de Bosnia no habría ocurrido!"

Habla apasionadamente sin desviar la mirada del interlocutor. La cuestión no es si resulta simpática o no, sino su capacidad de convencimiento. No parece considerar necesario caerle bien o mal a la gente o buscarse cómplices. No le hacen falta cómplices. Por eso es muy agresiva en la intimidad del cara a cara. Ninguna de sus ideas suena a desconocida, pero todas son repetidas con frescura y vehemencia. Y no le gusta nada que su efecto se pierda. Al final de la entrevista dice: "Lo malo de la prensa escrita es que nunca puede percibirse el entusiasmo o la violencia con que el entrevistado afirma las cosas. ¿Lo hará usted por mí?"¿Unas memorias tan largas? "Es que la aventura a relatar había sido espléndida". Sonríe. Hay pasajes que se leen como una novela de aventuras. "¿Verdad? Sí, el capítulo de las Malvinas [ella dice Falklands]. Lo escribí durante el año siguiente a que ocurriera, porque realmente estaba haciéndolo para la posteridad. Y así estaba: absolutamente fresco en mi memoria. Tiene, me parece, una viveza que lo hace contemporáneo. Fuimos el primer país de la posguerra que paró los pies a un agresor. Y, si se me permite decirlo, los argentinos tienen una gran deuda conmigo: de haber ganado Galtieri [el jefe de la junta militar] ahora no tendrían democracia".

Pregunta. Sí. Y nosotros en España le estamos agradecidos por su inmediato apoyo el 23-F.

Respuesta. ¡Ah, inmediato, naturalmente! Lo más importante era salvar la democracia incipiente.

P. En el libro, sus opiniones sobre la gente son menos duras de lo que se ha dicho.

R. Sí, porque, aunque nos enfrentábamos en algunas cosas, trabajamos juntos noblemente en otras. Creo que la verdadera diferencia fue que yo [se inclina hacia adelante y cierra los puños] sabía lo que quería hacer y sabía que otros habían fallado. No porque les faltaran ideas sino porque no tuvieron la voluntad de aplicarlas hasta el final. En mi caso, tuvimos enormes dificultades para empezar. Luego, a final de 1982, las cosas empezaron a mejorar: teníamos una buena reputación intemacional, habíamos empezado a resolver los problemas de nuestra economía. Y así, ganamos las elecciones de 1983. Creo que cuando los políticos hacen las cosas bien, al final acaban teniendo suerte. Claro que yo siempre estuve en sintonía con los instintos profundos del pueblo.

P. Siempre me ha sorprendido su extraodinaria amistad con Reagan, un hombre más bien esquemático.

R. Éramos muy diferentes en muchos aspectos, es cierto. Pero Reagan no era esquemático en sus ideas sobre las grandes cosas que era necesario hacer. Había que crear riqueza. Reagan lo hizo. No tuvo miedo a decir que la URSS era el imperio del mal; lo era. Y esa gente quería dominar el mundo. ¿En qué somos superiores?, se preguntó: en ciencia y tecnología. El único modo de decirle a la URSS que nunca serían capaces de derrotamos era creando la SDI [la guerra de las galaxías]. Una decisión brillante. ¡Y a este hombre lo describe usted como ordinario y simple! ¡Todos sus pensamientos-fuerza eran correctos! No los tenía revestidos de músculos, carne y ropa. Eso lo hacían otros por él. Yo también tenía opiniones similarmente esquemáticas y me las apañé para recubrirlas de, carne y ropa.

P. Sin embargo se dejó convencer por la tentadora oferta de Gorbachov en la cumbre de Reikiavik [suprimir todo el armamento atómico].

R. Ésa fue la única cuestión en la que estuvimos en desacuerdo. ¿Cómo puede usted querer tener un mundo sin armamento atómico?, le dije. No puede usted desinventar el armamento nuclear. ¡No se puede desinventar la dinamita! A menos de que nosotros, que sabemos de qué se trata, mantengamos la fuerza, verá que toda clase de gente menos seria acabará teniendo la bomba. Y cuando vi que en Reikiavik los negociadores se habían puesto de acuerdo para suprimir todo armamento atómico ... yo, yo... ¡sentí un terremoto bajo los pies! Bueno, se lo puede usted imaginar: me planté allá como un rayo. Pero afortunadamente, enfrentado. con el precio de todo eso (como en la tentación de Fausto, Gorbachov le dijo "quitamos las armas, dejamos de ser enemigos, pero a cambio de que usted abandone la Iniciativa de Defensa Estratégica"), Reagan dijo ¡NO! ¡Nunca! Y se acabó. Nos salvó. Tres hurras por Ronald Reagan. Este hombre no es débil, no es patoso, no es impreciso en las cuestiones esenciales. Estuvo en lo cierto en cada ocasión. ¿Qué más se puede pedir? ¿Esquemático? No se preocupe. Ahí estaba yo para hacer el resto.

P. ¿Gorbachov?

R. No lo menospreciemos. ¿Por qué dije que era un hombre con el que se podía tratar? Era capaz de discutir, lo que no era común en sus predecesores. Y además estaba dispuesto a admitir que había cosas que iban mal en la URSS. Y sabía cómo establecer la libertad individual, la de cultos, la de expresión, de asociación, de voto. Él hizo todo eso. Y la atmósfera cambió. No menospreciemos a Gorbachov: suyo fue el principio del final de la guerra fría. ¿Las dificultades actuales de Yeltsin? No se deben a la libertad de ahora, se deben a la tiranía comunista de los 70 años anteriores.

P. ¿Los indultos a los golpistas rusos?

R. Dan miedo, ¿verdad? Los riesgos de la democracia incipiente son grandes. Ustedes los tuvieron: consiguieron la libertad. y siempre hubo quien quería socavarla. Yo podría haber ayudado pero para entonces, ya me había marchado.

P. ¿Qué es lo que siente cuando piensa en sus más de 11 años como Primera ministra de Inglaterra?

R. [Interrumpe con gran pasión, llevándose las manos cerradas a la garganta] ¡Excitación! ¡Actividad imparable! ¡Siempre! Durante 19 horas al día. Siempre la excitación. Siempre en el corazón de las cosas. ¡Fue ex-ci-tante! Influir en los acontecimientos, hacer las cosas que la gente nos decía que eran imposibles...

P. ¿Volvería?

R. No. Ya no. Para cuando tengan lugar las próximas elecciones, yo ya tendré 70 años. Hay que dejar el sitio a los jóvenes, a una nueva manera de expresar las ideas.

P. ¿Qué es lo que más le disgusta de Europa?

R. Lo peores el consenso. La política de consenso. El consenso es la negación del liderazgo. [Con desprecio] Por eso se han empantanado en la cuestión de Bosnia, perdiendo el tiempo en tonterías. Han titubeado: pretendían alcanzar un consenso. Después de los nazis jamás pensé que volvería a ver una limpieza étnica en lo que me quedaba de vida! Vieron cómo se bombardeaba a los niños, los patios de recreo, los hospitales ¡y encontraron razones para no hacer nada! [Extiende la mano y en voz baja, añade:] No habría pasado si yo hubiera estado ahí.

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