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Últimas noticias de Sarajevo

El ultimátum de la OTAN a Serbia, visto por los bosnios de Leganés

Los nervios ante el frustrado ataque de la OTAN a las posiciones serbias en Sarajevo, previsto para la 1 de la madrugada del pasado lunes, han dado paso al escepticismo entre los 66 refugiados bosnios del albergue Numancia de Leganés. Los más contentos eran ayer los que proceden de la capital bosnia. Los refugiados de Mostar o Tuzla tenían semblantes más tristes. "Ahora hay muchos muertos en todas las partes y aunque no existe un responsable físico, se culpa a toda una etnia", señala Melina Medjedovic.Dejan tiene sólo 16 años, fuma mucho y en su mirada se asoma el rencor cuando escucha a sus compatriotas de origen serbio. Hace sólo cuatro meses que logró salir del infierno de Mostar. Ha sido testigo de los bombardeos y sólo una vez se cruzó con los cascos azules españoles.

Igual que Melina, Dejan se pregunta por qué han muerto 200.000 personas en estos dos años. Él mismo se responde: "Para nada, para crear una Serbia o una Croacia". Recuerda que Mostar pasó seis meses bajo dominación serbia y lleva más de un año asediada por los croatas.

Demasiado tarde

Para él, la anunciada intervención de la OTAN llega tarde. Había razones para intervenir y haber evitado el goteo de muertos. A Melina le preocupa que desde Occidente se piense que la guerra se circunscribe sólo a Sarajevo. Esa es la única ciudad donde según Melina todavía conviven las tres etnias enfrentadas. "En las demás ciudades la limpieza étnica es una realidad".Melina reconoce haber vivido momentos de pánico ante el hipotético bombardeo de la OTAN. "Las bombas no llevan nombres y es posible que alguna hubiese caído sobre civiles". La mujer ni se plantea el retorno. Ahora intenta reunirse con su marido, refugiado en Alemania. Gordana Markovic y su hijo Igor proceden de Sarajevo. Son musulmanes. Como casi todos no confían en encontrarse ante el fin del conflicto. Sí esperan que al levantarse el asedio mejoren las condiciones de los que, -como el padre de Gordana, aún permanecen en la capital bosnia. Mantienen con él esporádicos contactos a través de un radioaficionado. Saben que la vida es dura. Falta el agua y la luz, el invierno es crudo y escasean los alimentos. Igor cuenta que su abuelo no puede hablar nada sobre política ni sobre la situación bélica. Las noticias para la mayor parte de los refugiados bosnios llegan a través de la radio, la televisión o los diarios de nuestro país.

Quizá el único convencido de que la guerra ha terminado es Dinko, uno de los pocos serbios que conviven en el albergue. "Ha ganado una idea, y los vencedores son los que han protegido el mantenimiento de la nación yugoslava, los secesionistas han perdido". Estas palabras despiertan miradas de desagrado en otros refugiados, ya que Dinko defiende el reparto de Bosnia entre serbios y croatas. Según este hombre, con la retirada de las baterías serbias de Sarajevo se iniciará un proceso de negociación. En esa Yugoslavia en la que cree, Pinko quiere hacer algo. Es el único que abiertamente manifiesta querer volver a su país.

En lo que se muestran unánimes todos los refugiados es en afirmar que existe mucho odio acumulado y muchas cicatrices que tardarán en curar hasta conseguir parar una guerra que les sacó de sus hogares y les trasladó al centro de asistencia de Leganés hace ya 14 meses.

Mientras, los vecinos de Parla (71.000 habitantes) han conseguido llenar cuatro furgonetas con ropa y alimentos durante la campaña de solidaridad con el pueblo bosnio que se celebró la pasada semana, informa Julián Morales. Trece mesas repartidas por las calles recogieron ropas, mantas, medicamentos y alimentos.

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