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Tribuna
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Vanguardia

Manuel Vicent

Hoy la vanguardia más potente del arte son esos adolescentes tirados en las moquetas de Arco dando la espalda a la obra de cualquier artista famoso. Es el último realismo. En 1958, Yves Klein demostró que no se es artista por lo que uno crea, sino por lo que uno hace: por el valor simbólico de sus actos. En París ese año Klein celebró una exposición de vacío: una galería de arte pintada de blanco sin mueble ni adorno alguno y con un agente de la Guardia Republicana apostado en la puerta. Hubo un lleno absoluto. Del mismo modo, Andy Warhol inauguró una muestra en Filadelfia sin que hubieran. llegado los cuadros. Al ver la galería rebosante de gente extraña, hermosa y acicalada como pavos reales, descubrió que el público es la verdadera creación del artista. En ese momento con su máquina Polaroid comenzó a inmortalizar esas obras de arte de carne y hueso para que fueran eternas al menos cinco minutos. Puesto que en, pintura el realismo es imposible, Kandinski fue el primero que se atrevió a volar en 1910 con una acuarela abstracta. Con ella comenzó la navegación de las formas que sólo están en el alma del artista, pero la historia del arte en el siglo XX consiste en descubrir que la creación va pasando sucesivamente desde el lienzo al aire del recinto hasta que el propio recinto se convierte en una pasión donde los espectadores se buscan a sí mismos y finalmente se encuentran. La máxima libertad de las formas se alcanza cuando los espectadores consiguen ser tan reales como una escultura de Duane Hanson o de John Davies. También sucede lo contrario. La gloria de un artista sólo es posible si la cola que se establece para contemplar su obra es en sí misma una obra de arte. La cultura de nuestro tiempo la constituyen las colas. Ésa es la modernidad. Colas famélicas, colas bombardeadas, colas que esperan verse reflejadas en el alma de un creador. No importa que en ese espacio del arte donde los visitantes esperan entrar no haya nada. Ellos son los portadores de la última vanguardia.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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