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González admite la falta de liderazgo político de su Gobierno a los siete meses de su formación

Felipe González padece las consecuencias de haber formado un Gobierno "demasiado tecnocrático". González dijo la verdad el viernes cuando, al comparecer en conferencia de prensa tras el Consejo de Ministros por sorpresa y de manera inédita -no lo había hecho en cuatro años-, manifestó que no había un motivo especial y que el hecho se repetiría. González ha hecho ver en su entorno que necesita multiplicar sus apariciones públicas para suplir la falta de presencia de su Gobierno. Cree que el Gabinete, en estos siete meses de andadura, ha hecho muchas cosas, pero ha sido incapaz de transmitirlas.

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González y sus asesores tienen conciencia de que mientras la situación económica no mejore tampoco lo hará la percepción que tienen los ciudadanos de la labor del Gobierno, que pasa por momentos muy bajos. Pero tampoco ayuda a suavizar esa impresión negativa el Gobierno que González compuso en julio, un Gabinete sin presencia.González tiene una opinión positiva de sus ministros, pero ha llegado a la conclusión de que es escasa su capacidad para articular y transmitir un discurso político, más necesario aún en una época de crisis y de una complejidad política como la actual. La explicación de la alianza con los nacionalistas catalanes, los efectos de las divisiones socialistas y la confrontación con los sindicatos son algunos de los problemas más serios que debe afrontar el Ejecutivo.

El problema se ha agudizado por la ausencia en el Consejo de Ministros de los dos principales pesos pesados con los que contaba González, Carlos Solchaga y José Luis Corcuera. Ambos, muy polémicos, daban al Gobierno una prestancia política de la que ahora carece. Sus sustitutos, el ministro de Economía, Pedro Solbes, y el del Interior, Antoni Asunción, responden a un perfil tecnocrático.

El papel de Serra

El vicepresidente, Narcís Serra, tampoco ofrece un perfil político de peso, y las tensiones en la dirección bicéfala del Gabinete de la Presidencia, concretamente entre Antoni Zabalza y José Enrique Serrano, tampoco le favorecen. A Serra también le ha llegado la preocupación por la falta de presencia política del Gobierno y ha empezado lentamente a comparecer en el Parlamento.

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"En este Gobierno sólo hay un ministro con perfil político definido, y es el de Obras Públicas y Transportes, José Borrell. Y luego hay otro, pero con un perfil más bajo, debido a su intensa dedicación a la política internacional, que es el de Exteriores, Javier Solana, y un tercer político que no ejerce como tal, el ministro de Industria, Juan Manuel Eguiagaray", coinciden en señalar numerosos altos cargos del Ejecutivo.

El debate político está también prácticamente ausente de los consejos de ministros. Esta circunstancia concede una autoridad absoluta a Felipe González, al que no se contradice. De todos modos, este último mes, el presidente del Gobierno, urgido por las circunstancias políticas, abrió dos debates en el Consejo, uno sobre la huelga general del 27 de enero y otro sobre el conflicto entre el Tribunal Constitucional y el Supremo.

"El problema no es tanto si se discute o no, que apenas se hace.

El problema es el nivel político de los ministros, que es bajo. La mayoría de los mejores ministros no son políticos", señalan altos cargos de la Administración. Es el caso de los titulares de Economía, Pedro Solbes, o Defensa, Julián García Vargas.

También se da el caso de ministros que realizan frecuentes comparecencias públicas, pero sin relevancia política. Algunos ministros independientes como la de Cultura, Carmen Alborch, y el de Comercio y Turismo, Javier Gómez Navarro, son el exponente más claro de este tipo de miembros del Gobierno.

La frescura del ramillete de independientes que Felipe González pretendió cuando los nombró no ha tenido calado. Curiosamente, la independiente más desconocida hace siete meses, la titular de Sanidad, Ángeles Amador, está resultando la revelación, por la labor de gestión desarrollada al frente de su cartera.

Ante este páramo, la labor que está realizando como portavoz del Gobierno el titular de la Presidencia, Alfredo Pérez Rubalcaba, es insuficiente, pese a sus esfuerzos y a su creciente peso. "Su presencia es condición necesaria, pero no suficiente, para ofrecer la presencia política del Gobierno", señalan fuentes del entorno presidencial.

Esta ausencia pública es captada por distintos estamentos sociales. En un acto reciente de una asociación de fabricantes de bienes de equipo, el ex presidente de la patronal vasca, José María Vizcaíno, criticó la falta de liderazgo del Gobierno. En época de crisis hacen falta puntos de referencia, un liderazgo que inspire confianza, una presencia, y eso se echa de menos en este Gobierno, señaló. Otro dirigente empresarial, Enrique Kaibel, se sorprendió recientemente y agradeció que un político, en este caso el subsecretario de Obras Públicas, Antoni Llardén, acudiera a a un acto empresarial en la Comunidad Valenciana.

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