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La ruptura entre EE UU y Japón preludia un periodo de incertidumbre en la economía mundial

Antonio Caño

Bill Clinton invitó ayer a desayunar a Morihiro Hosokawa y su esposa en un intento de última hora de salvar algo del descalabro sufrido este fin de semana en las relaciones entre EE UU y Japón, los dos colosos económicos del mundo. Sin embargo, a la salida de ese encuentro, Hosokawa confirmó que las diferencias continúan. "No cederemos a las presiones de Estados Unidos", sentenció. La ruptura comercial entre Estados Unidos y Japón parece el preludio de una guerra comercial que abre un periodo de incertidumbre que amenaza a toda la economía mundial.

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El fracaso no sorprende en Tokio

En palabras utilizadas por un funcionario norteamericano directamente implicado en las negociaciones, "esto es como el choque de dos grandes trenes. Llevará tiempo tratar de volver a unir todas las piezas destruidas y la vía quedará interrumpida por algún tiempo".Estados Unidos ha prometido reaccionar con prudencia al fracaso del diálogo con Japón. Hay mucho en juego en este envite. Como dijo el primer ministro Hosokawa, "las relaciones entre los dos países son demasiado importantes desde el punto de vista de la cooperación política, de la seguridad y de la estrategia global" como para jugárselo todo a un acuerdo comercial. Pero esta vez, tanto Washington como Tokio han jugado demasiado fuerte, y no va a ser fácil evitar una cadena de sanciones.

"El presidente le dijo a Hosokawa que simplemente no queremos continuar las negociaciones bajo las presentes circunstancias", comentó una fuente norteamericana, que precisó: "Estados Unidos está revisando todas las opciones en su mano para abrir los merca dos japoneses; unas pueden ser tomadas inmediatamente, y otras a más largo plazo".

La primera oportunidad para comprobar el verdadero alcance de estas amenazas llegará el próximo martes, día en el que Estados Unidos tiene que decidir sobre una operación comercial de la empresa Motorola en Japón. Debe decidir si sanciona o no a ese país por las dificultades puestas para acceder al mercado de los teléfonos celulares.

Posibles represalias

Entre la baraja de alternativas en manos del Gobierno norteamericano, la más grave puede ser la utilización de la sección 301 de su Ley de Comercio Exterior, que le da derecho a castigar a cualquier sector comercial del país que pone trabas a determinado producto norteamericano. El sector al que primero se dirigen las miradas es al del automóvil, que representa por sí solo casi la mitad del superávit de 50.000 millones de dólares que Japón tiene frente a Estados Unidos. En los últimos días se ha especulado con la posibilidad de que el Gobierno norteamericano incremente la carga impositiva sobre las camionetas fabricadas en Japón.

La Casa Blanca encuentra en su política hacia Japón no sólo el apoyo, sino la presión del Congreso para tomar medidas contra el comercio japonés. Las sanciones contra ese país encuentran un fácil respaldo popular en Estados Unidos.

El líder de la mayoría en la Cámara de Diputados, Richard Gephardt, declaró que el Gobierno "no puede quedarse con las manos cruzadas" ante la actitud de Japón, sino que "tiene que pasar a la acción".

El presidente Clinton, que pretende manejar este conflicto con la mayor moderación posible dado el peso de la relación con Japón, manifestó tras su reunión con Hosokawa que es necesario "abrir un periodo de reflexión" antes de tomar decisiones. "Las relaciones con Japón", explicó un funcionario estadounidense, "se asientan sobre cuatro pilares, político, estratégico, económico y comercial. Dos de esos pilares están sólidos, uno necesita apoyo y el otro necesita reparación".

La prudencia de Estados Unidos en estas circunstancias no sólo obedece a la enorme presencia del capital japonés en el mercado norteamericano, sino también al efecto que eso tiene en otros mercados. "Como el presidente le explicó al primer ministro", afirma el portavoz que habló con la prensa, "el efecto de cerrar los mercados japoneses no sólo afecta a Estados Unidos, sino a los otros socios comerciales del Grupo de los Siete". Washington sostiene que, sin la apertura comercial de Japón, será muy difícil consolidar el crecimiento en EE UU y en Europa.

Pero, por muy grave que sea esta crisis, la rigidez de las posiciones de Tokio y Washington no permite vislumbrar una solución a corto plazo. EE UU considera que Japón no ha cumplido las promesas hechas en el acuerdo firmado en julio pasado. Tokio se niega a cuantificar las cantidades de productos norteamericanos que deben acceder a sus mercados.

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