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La madre de una joven agonizante reaviva el caso de las 'vacas locas'

Los expertos británicos siguen divididos sobre la enfermedad

Isabel Ferrer

Durante los últimos cinco años, el Gobierno británico ha esgrimido informes para afirmar que la carne de vacuno no comporta riesgos para el consumidor. La madre de Victoria Rimmer, una adolescente de 16 años que agoniza aquejada del mal de Creutzfeld-Jakob, no piensa igual y ha reavivado la polémica de la enfermedad de las vacas locas al publicar una carta recordando el caso de su hija, que sufre encefalopatía por ingerir, dice, hamburguesas contaminadas. Los investigadores siguen divididos.

Algunos expertos apoyan la tesis de la familia Rimmer. El resto es más cauteloso y mantiene que la transmisión de la res al hombre no se ha probado todavía. %Cómo ha podido contraer una enfermedad tan poco corriente si no es comiendo algo en mal estado, escribe en su carta Bery1 Rimmer, la madre de Victoria. El mal de Creutzfeld4akob, el equivalente humano de la encefalopatía bovina, conocida como enfermedad de las vacas locas, afeta a una persona entre un millón. Tiene carácter progresivo y Victoria está ya ciega, sorda y muda.Richard Lacey, un microbiólogo de la Universidad de Leeds es uno de los escasos partidarios de la transmisión del animal al hombre. Prevé que en los próximos cinco años enfermará el 1 %de los actuales consumidores de carne de vacuno en mal estado. Ello ocasionará la muerte a un abultado segmento de población que él cifra entre 50.000 y cinco millones de personas. Sus opiniones apenas han tenido eco entre sus colegas. La mayoría prefiere confirmar los contagios, examinando los cerebros de los pacientes fallecidos. El mal de Creutzfeld-Jakob deja una especie de agujeros que les confiere un carácter esponjoso. Las vacas locas también los tienen, Victoria presenta los síntomas de la dolencia, pero el diagnóstico no es oficial.

Una sola granja

La muerte de dos vaqueros británicos, de los 150.000 trabajadores del sector en el Reino Unido, sí pudo confirmarse. Su caso y el de otros seis colegas ahora enfermos ha sido recogido por la televisión. Lo que los científicos no aciertan a comprender es por qué aparecieron vacas locas en una sola de sus granjas. Ello, unido al hecho de que sólo con la ingestión del cerebro y la médula espinal (prohibidos desde 1989) se haya logrado contagiar a ratones en el laboratorio, les lleva a rechazar por el momento una relación causal.

En el reino animal la transmisión es más evidente. En el zoo de Londres, un grupo de fieras desarrolló enfermedades -que dejaban en su cerebro los agujeros antes descritos, después de comer carne de otros bichos enfermos. Con las vacas sucedió lo mismo.

La situación de Victoria Rimmer ha reavivado una polémica intermitente en los últimos años en el Reino Unido. Pero el Gobierno acude a científicos solventes antes de dictar sus normas de seguridad afimentaria y los laboratorios no han conseguido probar que la carne de las vacas locas pueda infectar al hombre. Las organizaciones de consumidores siguen formulando dos preguntas: ¿Cuánto ganado enfermo se está comiendo el público y cómo es de infecciosa su carne?

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