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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los Zhirinovskis

VUELVEN A estar de moda los mapas. El dirigente nacionalista ruso ha dibujado uno con sus planes para rehacer Europa. Da a Alemania parte de Polonia; a Bulgaria, el sur de Rumania, con Bucarest, Macedonia y el norte de Grecia; reintegra en Rusia a los países bálticos, a Ucrania y Bielorrusia. No por casualidad ha ido Zhirinovski a promocionar estos planes a la parte de Bosnia ocupada por los serbios. Allí prometió solidaridad rusa con los "hermanos" eslavos para lograr que apliquen sus propios mapas. El ultra del nacionalismo ruso ha forjado además otros planes de futuro, como la alianza de Rusia, Alemania y la India para "contener" a China, o la llegada de las tropas rusas a los "mares calientes", al océano indico. ¿Palabras de un loco o amenazas de un nuevo zar de Rusia que se está acercando al poder?Probablemente ni una cosa ni otra. Pese a sus exabruptos, Zhirinovski refleja muchas de las aspiraciones y despechos que tienen en su alma millones de rusos. Formados en una superpotencia, se ven ahora de rodillas, en un país exhausto y en la miseria. La llamada de Zhirinovski a defender a los 25 millones de rusos que viven en países ex soviéticos y ahora humillados, la idea de recuperar Crimea, el desgarro que supone sentirse separados de Ucrania, son sentimientos generalizados entre la población rusa, y de modo especial entre los militares.

Basta mirar al mapa de Zhirinovski para comprender que cualquier intento de convertirlo en hechos implicaría una guerra total en Europa, de todos contra todos. Pero hay algo en él que refleja una grave realidad en este auge de los nacionalismos y que va parejo con la tendencia a poner en duda las fronteras existentes. El respeto sacrosanto a las fronteras, que ha caracterizado la posguerra en Europa, está gastado. Sólo el consenso de que una frontera no puede cambiarse por la fuerza ni sin acuerdo de las partes puede impedir la proliferación de guerras. Pero en Bosnia, Occidente ha aceptado que las fronteras se pueden cambiar por la fuerza. En el Cáucaso pasa otro tanto.

El acuerdo que acaba de ser firmado entre Yeltsin y Shevardnadze para la creación en Georgia de tres bases militares rusas es sintomático de la nueva política de Moscú de reforzar la presencia rusa en las repúblicas ex soviéticas, ahora calificadas como el "extranjero cercano". Las tropas rusas siguen allí, y Moscú parece decidido a mantenerlas. Tras esta expresión de "extranjero cercano" asoma la famosa doctrina Breznev, por la cual la URSS se consideraba con derecho a intervenir en los Estados de su alianza. Occidente no puede subestimar los peligros de estos pasos de Moscú que ponen fin a la luna de miel Este-Oeste.

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