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Sólo tres cines de los más de 100 que hay en Madrid respetan la hora del pase de película

Califórnia, Fuencarral y Palacio de la Música figuran entre las salas más impuntuales

Desde que un espectador se sienta en la butaca hasta que ve la película escogida pueden pasar hasta 30 minutos. Un tiempo maravilloso que no siempre se puede calcular y que está plagado de anuncios, tiempos muertos y palomitas del vecino. Los pases cuestan hasta 650 pesetas, pero con la película también dan derecho a incomodidades a la carta. En Madrid, tan sólo los cines Renoir, Princesa y Dúplex cumplen escrupulosamente el horario que ellos mismos facilitan, según comprobó este periódico. Los otros, aunque teóricamente lo respetan, olvidan aclarar muchas cosas.

Por ejemplo, se olvidan de precisar que el horario anunciado es el comienzo del pase de la publicidad, no de la película propiamente dicha, y que entre uno y otro pueden pasar 10, 15 y hasta 30 minutos. Éste es el caso de Cid Campeador, Ideal, Gran Vía o Minicines (este último, sito en la calle de Fuencarral). Los cines California, Fuencarral y Palacio de la Música, por último, entran en la tercera categoría: la de los que no se cortan un pelo al retrasarse y encima, sirven siempre la misma ración de publicidad."Para nosotros, la puntualidad es sagtada", explica Enrique González Macho, dueño de los cines Princesa y Renoir. "Si la sesión es a las 18.30 es a las 18.30, no a y 32. Yo no quiero saber nada de los 10 minutos de cortesía a los que en esta ciudad somos tan aficionados". Cuando esto no ocurre, no queda más remedio que calcular el tiempo de espera y meterse en el cine justo en el momento exacto. Todo un arte, teniendo en cuenta que los siete minutos de uno pueden ser 20 en el otro y, sobre todo, que no es lo mismo, una sesión numerada que sin numerar. En la primera, puede jugarse al riesgo; en la segunda, no queda más remedio que entrar si uno no quiere asegurarse una tortícolis en la fila 2. Además, ningún día es exactamente igual a otro, pues, como ocurre en la televisión, la publicidad en los cines varía en función del día y la hora.

Javier de Garcillán, responsable de programación de los cines Alphaville, cuenta orgulloso cómo esta empresa se negó a la publicidad desde el primer momento, "no porque la rechacemos sin más, sino porque no nos gusta lo que ofrecen por ahí. Hay anuncios, que son mejores que muchos cortos, pero no los hacen en formato adecuado al cine; entonces, para enseñarle al espectador una tasca llena de jamones o la tienda de muebles' del kilómetro tal de la carretera de Andalucía, preferimos no poner nada. Es una falta de respeto. El tiempo de publicidad, además, es acumulativo, y eso quiere decir que a lo mejor un lunes sólo pasan dos anuncios del total de los pactados, pero el sábado los añadirán a la ración habitual".,

"Una bequeña ayuda"

Enrique Viñas, uno de los propietarios de los cines Ideal, Pozuelo, Villalba, Albufera y Colombia, no despotrica tanto de la publicidad y la considera un mal menor: "Es una pequeña ayuda que viene muy bien y los anuncios ya no son tan malos como antes". Igualito que Antonio Llorens, de Lauren Films (cines Rosales, Lumiére, Madrid, Imperial y Fuencarral):

"Es una miseria, pero sirve para cubrir unos gastos fijos, como luz y calefacción, que a veces no se recuperan con la recaudación propiamente dicha". Esa miseria es, como mínimo, de 500.000 pesetas por año y sala, y a veces puede llegar a los cuatro millones; exactamente un 1% de la recaudación total de la sala. Llorens opina que hay que informar al espectador del horario, "para que no se queje con toda la razón".

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Sin embargo, la puntualidad no le debe de parecer una cosa tan seria, a juzgar por los hábitos de cines como el Fuencarral o el Rosales, donde, el pasado 6 de enero, los espectadores que acudieron a la sesión de las 16.15 a ver La casa de los espíritus tuvieron que soportar una ración de viento hasta que la taquilla se abrió a las 16.30.

En cuanto a la presencia de comida en las salas, sólo los cines Renoir la prohiben expresamente. Los cinéfilos empedernidos deben huir, por sistema, de aquellas salas que venden in situ las palomitas, pues las posibilidades de toparse con parejas que no "paran de engullirlas y de cotorrear cosas como "mira, es fulano; uy cuánto ha engordado zutano" crecen como la espuma.

Entre esas salas hay algunas singulares, como las Luchana. El pasado domingo, estuvo desfilando gente para ver Tirano Banderas hasta 15 minutos más tarde de la sesión de las 16.30; gente que entraba como Pedro por su casa y en medio de vozarrones, aunque la del acomodador se erigía sobre todas. Éste es también el mal de otras salas de cine, incluso veteranas, como Capitol, Palacio de la Música, Palacio de la Prensa, Proyecciones, Avenida y Callao.

Manchas con solera

La revista Ciudadano incluye en su próximo número un completo estudio sobre los cines de cinco ciudades españolas, en el que incluye datos como higiene general de la sala y de sus. asientos, distancia entre la primera fila y la pantalla y comodidad de las butacas.Así, en Madrid, las butacas más limpias, según la revista, son las de los cines Cid Campeador, Ideal, Picasso y Princesa; todo lo contrario de las de los Dúplex, Alpliaville (quién lo iba a decir, hace unos años las mejores de la ciudad) y Arlequín, que se quedan en un modesto "regular'

En el caso del Arlequín, el veredicto de la revista se queda en un tajante " manchas con solera".

La distancia entre la primera fila y la pantalla deja mucho que desear (sólo se salvan los cines Madrid) y las butacas más cómodas son las de los Multicines Picasso y Princesa, aunque los que gusten de espacios anchos deben tener en cuenta también los sillones de los Minicines de la calle de Fuencarral, a los que no es aconsejable acudir faltos de sueño.

El estado de la copia es bueno en general, igual que el del enfoque, y sólo en dos cines una sala de los Renoir y otra del Palacio de la Música se oye el ruido del proyector.

El tamaño de la pantalla con respecto al de la sala también se comprobó, y dio como resultado la presencia, general de pantallitas, aunque siempre dentro de un orden.

Los ruidos externos, que casi siempre provienen de discotecas contiguas, se mezclan con la banda sonora en cines como Arlequín, Gran Vía y Roxy B.

Los minusválidos lo tienen bastante claro si de acudir a ver una película se trata: sólo el Fuencarral y los Multicines Madrid y Picasso tienen decentes los accesos, que en los casos de Gran Vía, Minicineis y Roxy B se convierten en aceptables.

Por último, y al valorar si las filas están bien dispuestas para no tener que andar girando el cuello ante la más mínima cabeza, resultó que no hay grandes problemas en la mayoría de las salas, pero en otras como Picasso, Arlequín, Alpliaville, Gran Vía y Fuencarral, es preferible no sentarse detrás de un grandullón.

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