El presidente de Austria abre una crisis política tras perder esposa y amante
La historia de las infidelidades de Thomas Klestil, presidente de Austria, que se inició como una tragicómica opereta vienesa, puede terminar en una crisis política. Edith Klestil -la esposa despechada-, la prensa y la opinión pública son ahora los verdugos del jefe de Estado, de 60 años, y de Margot Löffler, de 39, su atractiva amante y asesora personal en el palacio de Hofburl, que renunció al cargo en la tarde de ayer por la ya insostenible cólera pública. Klestil dijo que, "lamentaba" la renuncia de Löffler y le pidió que permaneciera en el cargo "hasta encontrar un sucesor que asegure la continuidad de sus actividades en la cancillería".
En Austria, los amores y aventuras extramaritales de emperadores durante el imperio y de los políticos en la República eran hasta ahora un tabú que nadie se atrevía a romper. Y Klestil lo hizo jugando una arriesgada carta cuando confesó con aires de víctima, la semana pasada, que su esposa lo había abandonado.La estrategia de Klestil era dar por terminados los comentarios sobre las relaciones con su esposa durante 37 años, Edith, que siempre fue discreta y se dedicaba, más que a las intrigas políticas, a sus aficiones de jardinería, punto y cocina. Pero le fallaron sus previsiones y, en una emancipación tan tardía como espectacular, la relegada primera clama confirmó, en numerosas entrevistas, las relaciones íntimas del presidente con su más cercana consejera, Margot Loffler. No sé cuánto tiempo llevan juntos", dijo, "pero para mi gusto, demasiado".
Ya habían terminado los tiempos en que Edith Klestil parecía desconsolada, y después de sufrir una depresión tras otra, tuvo que ser internada en una clínica psiquiátrica de Viena. Ya no estaba dispuesta a seguir defendiendo la imagen intachable de su marido como padre ejemplar y buen católico con que éste logró las simpatías del electorado.
El báile de la Filarmónica
Decidida y compuesta se presentó la semana pasada con su mejor vetido de gala, de satén color verde, sin marido, al baile de la Orquesta Filarmónica de Viena, el más elegante de la temporada de carnaval, con la máxima asistencia de políticos y diplomáticos, donde fue recibida con una larga ovación de pie, incluidos algunos ministros de Estado.Edith Klestil abandonó la residencia oficial el 31 de diciembre del año pasado cuando el presidente no cumplió su ultimatum y se negó a despedir, de una vez por todas, a Margot Löffler del Palacio Hofburg.
La relación de Klestil no era un secreto y se inició en 1988 cuando él asumió la secretaría general del Ministerio de Asuntos Exteriores y convirtió a la funcionaria diplomática Löffler en su asistente personal, y después en coordinadora de la campaña electoral que lo llevó a la presidencia en 1992.
La mujer que ha dividido a la nación, apodada por sus enemigos como La Presidenta, logró las antipatías de los colaboradores de Klestil por el misterioso poder que ejercía sobre él para decidir asuntos políticos y para abrir o cerrar las puertas en las narices a quienes solicitaban acceso al jefe de Estado.
El derechista Joerg Haider, del Partido Liberal (FPOE), exigió convocar nuevas elecciones y aseguró que la renuncia del presidente era "una variante acepta ble". Por su parte, María Graff, jefe de las mujeres de Viena del Partido-Popular (OEVP), que apoyó la candidatura de Klestil,. encabeza un comité para la dimisión del jefe de Estado a quien critica haber jugado; durante la campaña electoral, "a la sagrada: familia".
Ayer por la tarde, tras un comunicado en el que se constataba que no había reconciliación entre Klestil y su esposa, el presidente abrió el Día Internacional de la Familia en la sede de la ONU en Viena y citaba así al Papa: "La primera responsabilidad por la familia no es del Estado, sino de nosotros mismos".
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