Los Ángeles: cuando todo tiembla

Para la gente del sur de California, siempre sucede de la misma forma. En un momento, antes del amanecer, en las horas del sueño más profundo se despiertan repentinamente, confusos y desorientados.La porcelana tiembla. Los cristales de las ventanas se rompen. En un instante, en menos tiempo de lo que cuesta leer esta frase, se tiran de la cama y corren a unirse a otros miembros de la familia en la seguridad del marco de la puerta.

Así ocurrió el lunes pasado en el valle de San Fernando, donde un violento terremoto de 6,6 grados en la escala de Richter se llevó la vida de 30 personas, destrozó las autopistas y convirtió los edificios en escombros. (...) La duración suele ser generalmente de unos 30 segundos, desde el principio al final.

Y entonces todo se calma, aunque no la descarga de adrenalina, el miedo ni la conmoción, que pueden durar mucho tiempo. Y si empieza a hacer un balance de los daños.

Sólo alguien que ha vivido un terremoto puede entender el terror que provoca. En los días y semanas siguientes, el más leve ruido durante la noche, el crujido de una puerta, el golpe de una ventana, estremecerá el corazón de los insomnes residentes del valle de San Fernando.

Ellos, mejor que cualquiera de nosotros, entenderán la precariedad de la vida humana enfrentada a las fuerzas inmensas y poderosas de la naturaleza.

19 de enero