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"El futuro del Senado depende de los nacionalistas"

Luis R. Aizpeolea

Existe una idea generalizada sobre la inoperancia del Senado. La Comisión General de Autonomías, que los senadores consideran un intento de hacer del Senado una Cámara de las autonomías puede, por fin, dotar de eficacia a esa Cámara.

Pregunta. ¿No es esta comisión una justificación de la propia existencia del Senado?

Respuesta. Con la reforma del reglamento del Senado y la creación de la comisión no pretendemos justificar nada. Con ella se abre un foro de debate necesario entre las comunidades autónomas, el Gobierno y los partidos. Es un diálogo multilateral que debe enriquecer y no sustituir al diálogo bilateral entre el Gobierno y las comunidades.

P. La Comisión General de Autonomías no puede ejercer el control de los gobiernos autónomos ni del central. ¿Cuáles son sus funciones?

R. Nuestro Estado de las autonomías se basa en que son los parlamentos autónomos los que controlan a los gobiernos autónomos. Lo que pretendemos es ayudar a que el debate sobre el desarrollo de las comunidades no sólo sea una cuestión de gobernantes, sino que cobre rigor y, por tanto, facilite los acuerdos. Si esta comisión hubiera funcionado cuando se discutía en ruedas de prensa la cesión del 15% del IRPF, ese diálogo habría sido constante y menos crispado, y la opinión pública entendería mejor el acuerdo del Consejo de Política Fiscal y Financiera. Además, el acuerdo habría sido más amplio.

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P. Entonces, la Comisión de Autonomías es sólo una plataforma de debate.

R. Tiene algunas funciones. El Senado inicia la tramitación de la Ley del Fondo de Compensación Interterritorial. Autoriza la intervención del Gobierno en una comunidad o en un municipio, así como los convenios entre las comunidades. No vamos a tener una capacidad relevante, como el Consejo Federal Alemán. Lo que pretendemos es impulsar la acción de Gobierno y la legislativa. Los informes de la Comisión General de Autonomías pueden inspirar la acción legislativa de los parlamentos autónomos.

P. ¿La votación negativa del PNV y Unió a la reforma del reglamento y a la creación de la comisión no significa dejar tocado el proyecto de avanzar hacia la Cámara de las autonomías?

R. El PNV ha votado en contra al final del proceso, pero en la comisión ha respaldado la mayoría de los aspectos de la reforma. Espero que, sin contar con una adhesión completa, sí podamos contar, al menos, con que el Gobierno vasco o el lehendakari participen en la comisión. En cuanto a Unió, no está en contra de la reforma. Su voto negativo es probablemente el precio por algo positivo: que los grupos parlamentarios hayan funcionado con mayor margen de autonomía.

P. ¿Para cuándo puede convertirse el Senado en una Cámara de las autonomías?

R. Al final de la legislatura estaremos en condiciones de saber si es posible la reforma del Senado. Pero para convertir el Senado en Cámara de las autonomías no basta con reformar el sistema electoral, sino también darle funciones que ahora corresponden a órganos de encuentro del Gobierno central y los autónomos, como el Consejo de Política Fiscal y Financiera. Una reforma de ese calibre supone la práctica desaparición del Ministerio para las Administraciones Públicas. Es decir, que estamos reformando el Estado, la Constitución, no sólo el Senado. Pero antes que nada, necesitamos comprobar si hay consenso suficiente entre los partidos. No nos basta, para una reforma de ese calibre, contar con el consenso del PSOE y Partido Popular. Necesitamos también el del PNV y CiU. De lo contrario, sería un fracaso.

P. ¿Cree posible la integración nacionalista en una Cámara de las autonomías?

R. Hace 15 años, con el debate constitucional, el federalismo del PSOE podía haber sido convergente con los nacionalismos catalán y vasco. Sin embargo, en aquellas fechas, AP y UCD se opusieron a esa fórmula. Por eso no tenemos un Senado con funciones territoriales. Ahora, 15 años después, en el PP se aprecian posiciones federalistas, y los nacionalismos catalán y vasco son menos federalistas. No quieren subordinar su relación bilateral con el Gobierno a la multilateral de una Cámara. Ésa es la clave. Es posible un consenso federal, pero ahora me parece prematuro afirmarlo. Habrá que esperar dos años, en que conoceremos qué propuesta de Senado tiene cada partido. Nuestro entorno también va a contar. ¿No va a influir en el modelo de Estado la pérdida de funciones clásicas de los Estados en Europa con el proceso comunitario? El federalismo puede ser un modelo útil, pero tan inconveniente como resultó en el siglo XIX el centralista napoleónico. Tenemos una Constitución descentralizada que mantiene en el sistema a nacionalistas catalanes y vascos, lo que no consiguió la Segunda República. Ése es el referente y el modelo, y el tiempo que se tarde en adoptarlo depende de los nacionalistas.

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