Un brillante comienzo

Después de sus ciclos dedicados al sinfonismo de Dvorak, Mahler y Brahms, la Fundación Caja de Madrid ofrece este año la serie íntegra de sinfonías de Anton Bruckner, en unión del Tedéum y otras páginas de Haydn, Schubert, Liszt o Mendelssohn. Para ello, se ha contado con la colaboración de seis buenas orquestas internacionales, algunas incluso excelentes, que estarán gobernadas por maestros solventes y, también en algunos casos, de valor y significación fuera de serie. Sobre todo, Sergiu Celibidache.La filarmónica checa, emblemática formación europea, debía haber sido dirigida por el praguense Vaclac Newman (1920), entrañablemente ligado a la orquesta desde 1968; pero el gran maestro sufre una enfermedad que, al parecer, le obligará durante unos meses a abandonar sus actividades profesionales.

Fue sustituido por un director solvente y brillante, el rumano-alemán Erich Bergel (Risnov, 1930), que conocimos en Madrid al frente de la Orquesta Nacional el año 1976 como intérprete de Brahms, Vivaldi y Haydn. Ni la fama, ni el valor intrínseco- de uno es homologable con el del otro. Tampoco lo son sus interpretaciones de la Incompleta, de Schubert o de la Sinfonía número 3 en re menor, de Mahler, menos inmersas en el impulso interior que anima una y otra creación, especialmente la de la monumental Tercera sinfonía, del músico de Ansfelden.

Bergel tiende a la sobriedad y a la brillantez; sus tiempos resultan más vivos de lo que los pentagramas sugieren y, en todo caso, de los practicados por los creadores de la tradición interpretativa de Bruckner. Pero todo sucedió con claridad y coherencia, la orquesta tocó con comodidad para evidenciar sus altas cualidades y la sensación, más que la emoción, llegó a la audiencia con indudable efectividad. Ningún preludio más adecuado para Bruckner que Schubert, en cuyo último sinfonismo se encuentran las fuentes que su sucesor convirtió en ancho y diferente caudal aunque no llegase a superar la naturaleza sensible del autor de la Sinfonía en si.menor.. Sonaron bien los dos movimientos de la obra pero fue alicorto el vuelo poético.

La Tercera sinfonía ha tenido entre nosotros buenos intérpretes, desde 1962 (Horenstein) hasta 1993 (Celibidache), pasando por Matacic, Sawalisch, Atzmon, López Cobos, WeIser Möst y Ceccato. No hubo lleno en el Auditorio aunque faltase poco para ello. Quizá Bruckner no goza todavía de los fervores que el público dispensa a Mahler. Recibieron muchas ovaciones tanto el director como los filarmónicos checos, que volverán a actuar en Madrid el próximo día 18, bajo la dirección de Gerd Albrecht para interpretar la Novena sinfonía, de Bruckner, precedida de la Quinta de Schubert.