El saxo de Clinton suena en la noche de Praga
Los checos aplauden la actuación del presidente de Estados Unidos en un club de jazz
La noche fue, divertida pero acabó en susto. Bill Clinton había pasado el martes una velada formidable en el Reduta Jazz Club, donde se subió al escenario e interpretó al saxo dos -de sus clásicos, Summertime y,My funny Valentine. La gente le aplaudió a rabiar, y a Clinton, de un alegre subido con ayuda de un par de cervezas Pilsener, se le veía feliz.Tras casi una hora de juerga, los agentes de seguridad le sacaron precipitadamente del local porque confundieron el ruido dé un simple petardo en los alrededores con algo más serio. En la rápida salida, el presidente de Estados Unidos no olvidó el saxofón que los dueños del pub le habían regalado, aunque advirtió que "es muy difícil tocar con un saxo nuevo". La cosa -aunque la prensa norteamericana creyó ver por medio chalecos antibalas y todo- no tuvo mayor importancia, ni le aguó a Clinton el día pasado en esta ciudad de excepción acompañado por un guía también de excepción, el presidente checo, Václav Havel.
Havel había esperado a Clinton a las puertas de lo que aquí llaman El Castillo, una espectacular fortaleza -del siglo XVII desde la que se contempla en toda su extensión la belleza ahneada junto al río Moldava.
Bill Clinton no podía imaginar mejor entrada en esta Florencia centroeuropea que es Praga que el paseo a pie que hizo sobre el puente Charles junto a Havel, con quien comentaba cómo estaban estas mismas calles hace 24 años, cuando Clinton llegó por primera vez a esta ciudad como estudiante rebelde.
En 1970 -atención al dato- Bill Clinton se alojó en Praga en la casa de un nieto de Han Sverna, uno de los fundadores del Partido Comunista de Checoslovaquia. La relación de Clinton con esa casa era tan llamativa que, durante la última campaña electoral de EE UU, George Bush hizo gestiones para que las fuerzas de seguridad checas le facilitasen datos sobre las actividades de CIinton en Praga. Trataba así de añadir leÑa al fuego organizado entonces cuando se supo que, en esa misma época, Clinton también había visitado Moscú.
El presidente norteamericano ha vuelto ahora a encontrarse con miembros de la familia Sverna, quienes le recordaron que hace 24 años la policía le habría propinado un par de porrazos por decir las Cosas que predica ahora. Ahora, sin embargo, la policía -3.000 agentes para ser exactos se encarga de protegerle.
Clinton no ha querido que su visita a Praga quede sólo en la diversión, las amistades personales y los negocios -entre sus actividades de ayer se acercó un rato a los locales de K-Mart, sucursal de unos grandes almacenes muy populares en EE UU- Él mismo decidió que en la agenda de este viaje se incluyera una visita al cementerio judío de la ciudad, convertido en museo del holocausto. Allí rindió homenaje a las víctimas del nazismo y conoció un espeluznante dato: de los más de 33.000 judíos que vivían en Praga en 1940 sólo quedan poco más de un millar. Clinton acudió al cementerio acompañado por un miembro de su Consejo Nacional, de Seguridad cuyos padres fueron asesinados por los nazis en esta misma ciudad.
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