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Empacho de nieve en Isola 2.000

Tribulaciones de cientos de esquiadores atrapados por una ventisca en una estación francesa

Octavio Cabezas

OCTAVIO CABEZAS ¡Qué alegría estar en el foro!", clamaba el martes por la mañana Jorge Barrio, 25 años, después de 20 horas de viaje en autobús. Atrás quedaban tres días de cautiverio nevado en la estación de esquí Isola .2.000, en la frontera alpina entre Francia e Italia. Como él, unos,I.500 españoles (más de la mitad eran madrileños) habían picado el anzuelo de una jugosa oferta (una semana de esquí gratis si no lucía el sol durante más de tres días seguidos) y habían acudido a disfrutar entre slaloms y telesillas. Pero se quedaron sin esquiar y sepultados por la mayor nevada de los últimos 15 años.

En 72 horas del viernes al domingo pasados- no pudieron salir de sus alojamientos por una avalancha que obstruyó la carretera de 17 kilómetros que une las pistas con el pueblo de Isola. Y cuando lo hicieron ,pisando a la altura del techo de los coches", según Jorge fue para recorrer un e . strecho pasillo de cinco metros de an chura excavado en el alud por el servicio de carreteras francés. "Los autocares cabían a duras penas", recuerda Jorge. "Y eso que lo ensancharon el domingo por la noche, al comprobar que ,sólo los turismos pasaban" añade su compañero José An tonio Baena. En total, 21 autocares de españoles, junto con unos 40 turismos, escaparon a lo largo de la mañana del lunes, según datos del presidente de la Federación Española de Asociaciones. de Agencias de Viajes, Jesús Martínez Millán. Unos 600 turismos más habían salido el domingo, de acuerdo con un portavoz de Isola 2.000.

"Yo no las tenía todas conmigo cuando comenzamos a bajar por el pasillo", rememora Javier Aguirre, empleado de la agencia Viajes Barceló. "Los conductores" prosigue, "no habían por dónde iban y nos podríamos haber estrellado contra las paredes de hielo".

Atrapados y desinformados

Tanto Javier como Jorge y José Antonio coinciden en afirmar que lo más molesto de la odisea no fue el llegar tarde al trabajo o al colegio -la organizacion repartió justificantes- o que los cajeros automáticos no funcionaran, o la inmovilidad forzosa. "Lo peor", comentan, "fue la desinformación". "Todo eran rumores y no sabíamos cuándo podríamos salir", añaden. "Además, los teléfonos se saturaron tan pronto que mucha gente no pudo avisar a sus familias", precisa Guillermo Ortega, del. Ayuntamiento de Majadalionda, que, junto con los de Boadilla y Pozuelo de Alarcón y la Junta de Barajas, habían organizado el viaje de unos 300 jóvenes.

"Los franceses no se portaron tan níal", afirma, sin embargo, Martínez Millán. "No cobraron la noche extra [la del domingo] y les dieron de cenar", prosigue. "Si se puede llamar cena", contesta Jorge, "a un bocadillo y un zumo de naranja". "Lo que hubo fue mucha improvisación y mucho comerciante rastrero", concluye José Antonio, "que hizo negocio vendiendo cadenas a 20.000 pesetas o palas a 10.000 a los automovilistas que querían desenterrar sus coches".

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