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Funámbulos la Montaña

El combustible que Juan Hormaechea empleó para elevar el vuelo ha terminado por quemarle el globo. Le impulsó hacia la popularidad con la misma fuerza que ahora le está hundiendo en el descrédito. El caudillismo que le granjeó la admiración de quienes se dejan deslumbrar por la eficacia del que no se detiene ante nada -y en este caso nada es todo- ha terminado por hartar a los que soportan los despropósitos cuando se trata de un tipo listo. Pero gobernar apoyado en sólo ocho parlamentarios de una Asamblea de 39, con un juicio a la vista por presunta prevaricación y malversación de fondos públicos resulta un ejercicio de funambulismo circense.Hoy se enfrenta a la tercera moción de censura socialista en sus seis años de presidente autonómico. Hace tres años perdió la presidencia porque todo el Parlamento cántabro, menos sus seguidores, se puso de acuerdo para destituirle y colocar en su lugar un Gobierno de populares, socialistas, regionalistas y centristas. Hoy, los populares se niegan a regalar a Jaime Blanco una presidencia que usó de forma sectaria, según ellos, cuando le concedieron la confianza para ocuparla durante seis meses, en 1991.

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Hormaechea ha sobrevivido a todas las, demás crisis, con la ostentación de haber hecho siempre su imprevisible y caprichosa voluntad. En las elecciones autonómicas de 1991 consiguió 15 diputados mientras el PP sólo obtuvo 6, y logró que el mismo PP que le había derrocado seis meses antes le entregara dé nuevo la presidencia regional. Los populares se tragaron el sapo con la esperanza de evitar a Aznar una sangría de votos en las legislastivas. Vano empeño. Hormaechea demostró en mayo de 1993 que solo tiene un partido: el de su voluntad.

Al fin y al cabo, cuando le ha parecido ha descalificado la independencia de los jueces por no ser elegidos por los ciudadanos (mayo de 1992), ha culpado de su procesamiento a los funcionarios regionales ("sólo faltaría que el presidente tuviera que conocer todos los asuntos que se tratan en el Consejo", se escudó en diciembre de 1991) y ha defendido el aborto libre (mayo de 1993).

Nada le, ha arredrado para enterrar unos cinco mil millones de pesetas, según los regionalistas, en la creación de un espectacular parque de la naturaleza, mientras el endudamiento de la región duplicaba su presupuesto anual. No le han conmovido las acusaciones de gratificar económicamente ciertas lealtades. Ni ha encontrado nunca motivo de lealtad alguna al apoyo del PP. Cuando los votos populares le salvaron de otra moción de censura socialista en julio de 1993 no se privó de acusar al PP de prácticas "fascistas y totalitarias".

A pesar de esta navegación a la deriva, el representante del principal partido de la oposición, Jaime Blanco, no ha merecido la confianza suficiente de los cántabros para que le confiaran el timón. Lleva en tomo a 15 años al frente del PSOE de Cantabria, lo que le convierte en el único dirigente regional de todo el partido socialista que lleva tanto tiempo en el mismo cargo. Ayudado por su esposa, Rosa Inés García, secretaria de organización, controla totalmente el aparato de su partido. Pero su fortaleza en el ámbito partidario, derivada en buena parte de su fidelidad guerrista, setrastoca en debilidad de liderazgo en el ámbito social.

En las últimas elecciones autonómicas logró ser el candidato más votado, y el PSOE obtuvo 16 diputados, uno más que Hormaechea, y seis menos que el conjunto del centro-derecha. Su presidencia del Gobierno autonómico durante los seis meses anteriores le servió para mejorar los resultados electorales de 1987, pero no sirvió de revelación de un gobernante merecedor de un vuelco electoral a su favor. Entre sus propios compañeros, hubo quien le recriminó el olvido de medidas que habrían sido ejemplarizantes y el recurso, en cambio, a algunas artimañas para sacar ventaja en la inminente carrera, electoral.

Este médico, a punto de cumplir 50 años, que ha sido el eterno rival, perdedor, del centro-derecha se ha lanzado por su cuenta a dar la puntilla a un toro herido, pero en un terreno donde corre riesgo de cornada.

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