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Entrevista:

"El Ateneo no se cae, a pesar de la falta de subvenciones"

José Prat, a sus 88 años cumplidos, sube andando los casi tres pisos que separan la calle de su despacho en el caserón de Prado, 21 para llevar sus asuntos personalmente con agilidad y lucidez asombrosas. Presidente del Ateneo de Madrid desde 1987, ya había sido secretario con Miguel de Unamuno allá por 1932. Y tras desempeñar el cargo de subsecretario del Consejo de Ministros en 1939 vino el exilio en Colombia, donde pasó casi 40 años echando de menos el Ateneo, "cuando podía le hacía propaganda como periodista". Prat era miembro del PSOE desde 1931. En Colombia fue profesor universitario, presidente de la Casa de España, académico, comentarista internacional, escritor y prolijo conferenciante. A su vuelta, muerto el dictador, ocupa la presidencia del PSOE histórico; un año después, la de la Federación Socialista Madrileña; es reelegido en tres ocasiones senador por Madrid y presidente de la Fundación Largo Caballero. Este gran demócrata, al que no le gusta que le adulen, es un personaje entrañable y bromista que seduce con su conversación brillante, preocupado por el presente, la cultura y los jóvenes. Es, en una palabra, un sabio.

Pregunta. ¿De dónde saca usted la energía?

Respuesta. Duermo muy bien para gastar luego las fuerzas porque me gusta mucho molestar a los demás [ríe].

P. ¿El Ateneo está en decadencia? Esto se oye en la calle.

R. No, no es exacto, es que luce menos que sus competidores, El Círculo de Bellas Artes o la Residencia de Estudiantes, discípulos suyos, por cierto, y mejor subvencionados que el Ateneo. La diferencia es que aquí el que quiere puede hablar, tradición ateneísta que supone una ventaja, y nosotros realizamos un gran número de actos todos los días. Además, nuestra biblioteca es única, y la hemeroteca, una de las mejores de Madrid.

P. Las obras no se acaban nunca en la calle del Prado.

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R. Puede ser, pero eran absolutamente necesarias. Hubo que recalzar los cimientos y modernizar la prevención de incendios y salidas de emergencia, dése cuenta que el Ateneo está en una parte del centro histórico, y esto es muy importante. Tenemos, además, la ampliación para poder acoger los depósitos de libros, problema fundamental. Claro, y esto sin apenas subvención; este año el Gobierno nos la rebaja un 33%. Cuando Solana era ministro se hizo una comisión Cultura-Comunidad-Ayuntamiento para que pagaran por terceras partes las obras. La Comunidad es la única que cumple. ¿Qué hacemos? Pues dar sablazos a quien podemos. De todos modos, le doy una buena nueva: pronto se abrirá la Cacharrería, lugar emblemático donde tienen lugar las tertulias, y yo espero que estas obras sirvan también de estímulo para una renovación intelectual aquí.

P. ¿Qué es hoy el Ateneo de Madrid?

R. Para mí, lo primero, lo que simbolizan los estudiantes interesados en la cultura que vienen a esta biblioteca fundamental, incluso los domingos; luego, por supuesto, las tertulias tradicionales y las conferencias, para las que no tenemos espacio temporal. Veo a los jóvenes con gran simpatía y esperanza, pero con preocupación, la cultura desinteresada la buscan sólo unos pocos, pero eso ha pasado toda la vida; si hay un cambio favorable, donde antes estudiaban cinco ahora lo hacen 5.000, y eso crea problemas, la mayor parte de los jóvenes van a la Universidad para luego tener una profesión con la que ganarse la vida, lo cual es muy respetable, pero siempre ha habido magníficos profesionales, escritores o artistas sin carrera.

P. ¿Un joven de 88 años como usted ve a la gente joven conservadora?

R. ¿Cómo es posible que los estudiantes, a quienes siempre o hasta ahora caracterizó su espíritu crítico sean más bien de derechas? No me gusta nada, a mí me parece un fenómeno muy característico. Y me asusta el renacimiento de los métodos nazi-fascistas.

P. ¿Se refiere a los cabezas rapadas que circulan por este barrio?

R. Sí, me asusta como problema político el hecho de que la cobardía sea su arma para lograr la impunidad, el terror de los ciudadanos. ¿Qué se hace con ellos? Es una imitación, no es un fenómeno de la juventud madrileña, hasta el nombre skin-heads los revela. Me parece muy peligroso el fenómeno, son equiparables a los terroristas. Golpean, matan. Indican hasta qué punto la sociedad no tiene capacidad de resistencia espontánea, ha desaparecido el ejercicio espontáneo de los deberes cívicos.

P. Usted fue respetado crítico teatral, ¿sigue la cartelera?

R. Voy mucho al teatro, gratis mejor que pagando, claro. ¡Qué satisfacción poder ver La gran sultana, que no la pudo ver ni Cervantes!

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