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El presidente se consulta a sí mismo

El presidente de Serbia, Slobodan Milosevic, comenzó ayer consultas para formar Gobierno, dicen las noticias procedentes de Belgrado. Es ésta una nueva prueba de cómo el mundo confunde todas las señales que le llegan desde los Balcanes, y especialmente desde Serbia. Sobre informaciones de este tipo han basado su política hacia esta región los Gobiernos occidentales. Así, algunos de sus ministros de Exteriores salieron de la Conferencia de Londres, en agosto de 1992, convencidos de que "la paz está cercana" y de que "Milosevic ha comprendido que no puede seguir sus planes de anexión en Bosnia-Herzegovina". Alguno de ellos quizá se acuerde.En realidad, es posible que Milosevic esté consultando la formación de un nuevo Gobierno, pero sólo consigo mismo. Con la mayoría de 123 escaños para su Partido Socialista -en este caso a dos escaños de la mitad de la Skupstina (Parlamento)- el presidente de Serbia formará el Gobierno que le venga en gana, como también lo hubiera hecho si hubiera dispuesto de quince o veinte escaños menos. Milosevic está en el poder no porque venciera en estas o las anteriores elecciones. Desde que ganó las primeras allá en noviembre de 1989, este hombre, el gran mago de la supervivencia de los Balcanes, ha trabajado con tesón y habilidad -y liberado de todo escrúpulo- para crearse una plataforma de poder en la que no dependa de cambios bruscos de humor o de la voluntad de sus súbditos.

Desde que lanzó el discurso nacionalista de la supremacía racial serbia en Kosovo, donde comenzó su andadura hacia el poder absoluto, hasta su campaña de conquista territorial todo su hacer se ha concentrado en lograr este poder no sujeto a vaivenes electorales. Milosevic no es un ultranacionalista, ni un patriota serbio ni por supuesto un comunista. Es un hombre capaz de serlo todo y nada con tal de garantizar su poder. A diferencia de sus interlocutores occidentales, él sí entiende el discurso balcánico. Lo domina a la perfección. Pero también entiende el europeo y todas sus debilidades y ha sabido explotarlas hasta límites grotescos.

Milosevic tiene hoy más de 70.000 policías en nómina con suficiente armamento pesado para hacer frente incluso a cualquier tentación -extremadamente improbable- de jefes militares de su Ejército de disputarle siquiera parte del poder. Esto no significa que no se haya preocupado de asegurarse el futuro ante cualquier eventualidad adversa. La política en los Balcanes siempre tiene algo de imprevisible. Por eso, Milosevic ha realizado considerables inversiones en Grecia, Chipre y Malta. En la región de Salónica está el centro de operaciones de las empresas que gestionan la parte del botín de guerra y de la especulación que Milosevic y sus colaboradores han desviado, por si acaso.

De momento está tranquilo: comprará los favores parlamentarios a cualquiera de los partidos de la llamada oposición a cambio de unos minutos en televisión y alguna otra concesión. Cuenta con la fuerza que le ha conferido Occidente al permitirle salir impune de todas sus aventuras. Los dictadores crecen con las victorias. Los conquistadores nunca se dan por satisfechos. Desarrollan el apetito según devoran. Los líderes occidentales que creyeron poder saciarle otorgándole lo que pedía pronto verán que se trataba tan sólo del primer plato.

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